2024-05-28 14:21:45
La granulosa grabación muestra un objeto iluminado alzándose trabajosamente en la noche, una gran llamarada y su lenta caída ya envuelto en humo. Corea del Norte admitió que su satélite espía explotó tras un breve vuelo gallináceo. El balance subraya que ni siquiera con el auxilio ruso es una empresa fácil: de los cuatro satélites norcoreanos que buscaban las estrellas, tres están en el fondo del mar.
Había anunciado Pionyang que intentaría poner en órbita su segundo satélite en algún momento entre el lunes y el 3 de junio. Sus intenciones generaron el comprensible rechazo de Corea del Sur y Japón y las recordatorios de que esos lanzamientos violan las resoluciones de la ONU. Si Corea del Norte las violó, fue apenas por dos minutos. Seúl detectó múltiples fragmentos sobre el océano poco después de que el misil despegara a las 22.44 PM (hora local) de la base de lanzamiento de Sohae (Dongchang-ri, noreste del país). Japón activó una alerta urgente de misiles en la isla de Okinawa que pronto canceló. Pionyang explicó después que había fallado el combustible líquido del motor en la primera fase de vuelo.
Corea del Norte puso en órbita su satélite espía ‘Malligyong-1’ en noviembre tras dos intentos fallidos. La única certeza es que está ahí arriba. Corea del Sur y Estados Unidos han detectado cambios de órbita que sugieren que Pionyang mantiene el control y no está a la deriva. Que pueda cumplir estimables misiones de vigilancia no está tan claro. Pionyang repite que ha enviado fotos de la Casa Blanca y el Pentágono pero nunca las ha mostrado. Seúl concluyó tras analizar los restos de un satélite caído al océano en una tentativa anterior que, aunque hubiera alcanzado el espacio, era inútil para sus objetivos. La teoría afirma que la red de satélites espía que pretende Pionyang le permitirá escrutar a su vecino sureño y guiar a sus misiles en un escenario bélico.
Pensar en Rusia
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El éxito del ‘Malligyong-1’ obligó a pensar en Moscú. Apenas dos meses antes se habían reunido Kim Jong-un y Vladimir Putin en una cumbre que incluyó la visita al más moderno centro aeroespacial ruso. La guerra en Ucrania ha acercado dos economías con sinergias evidentes: Rusia necesita municiones, Corea del Norte necesita de todo. Ambos han negado los intercambios pero las imágenes satelitales revelan el trajín de barcos y trenes. Casi 7.000 contenedores contó Seúl entre septiembre del pasado año y febrero de este en sentido Pionyang-Moscú. En ellos cabrían tres millones de proyectiles de artillería de 152 milímetros o medio millón de 122 milímetros, según los cálculos surcoreanos.
A cambio habría recibido Corea del Norte combustible, alimentos y conocimientos misilísticos. Rusia ha enviado al país asiático un “alto número de expertos” para desarrollar su programa satelital, revelaba esta semana una fuente militar surcoreana citada por la agencia de noticias Yonhap. No aclaraba cuántos expertos, apenas que el movimiento empezó tras aquella cumbre presidencial que selló las promesas de cooperación.
Ha avanzado Kim Jong-un que este año lanzará tres satélites espía al espacio. Integran el plan quinquenal aprobado tras romperse las negociaciones con Donald Trump, expresidente estadounidense. El plan espacial supone, al igual que para otros países, un motivo de orgullo nacional. Los misiles hipersónicos y los submarinos con capacidad para lanzar cohetes son otros logros recientes de una maquinaria que avanza a pesar de la economía estrangulada por las sanciones internacionales.
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El lanzamiento de anoche llegó apenas unas horas después de que concluyera la cumbre trilateral entre China, Japón y Corea del Sur. La agenda había subrayado los desmanes norcoreanos y la necesidad de trabajar en conjunto para la seguridad y la paz en la región. Los tres apostaron por una península coreana sin armas nucleares pero ese horizonte es improbable.
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