2024-07-29 14:56:50
Georgia Meloni, la primera ministra italiana, agradecerá estos días que China sea más pragmática que rencorosa. La política de extrema derecha busca fortalecer los vínculos bilaterales (“relanzar”, ha concretado) en su primer viaje oficial a China. Durante sus cinco días de visita, más que los habituales, flotará una afrenta que aquí aún duele: su retirada de la Nueva Ruta de la Seda, el megaproyecto con el sello presidencial.
En el primer día ya emergieron las buenas intenciones y los reproches. De la reunión con el primer ministro, Li Qiang, salió un plan de tres años para implementar acuerdos ya firmados y abrir nuevas áreas de cooperación: construcción de buques, energías verdes, inteligencia artificial, sector aeroespacial…. “Es una demostración de nuestra voluntad de empezar una nueva fase, de relanzar la cooperación”, celebró Meloni. “Tenemos mucho trabajo por delante que será útil en estos tiempos complejos para el mundo”, añadió Li. Y rápidamente aludió Meloni al desequilibrio de una balanza comercial de casi 70.000 millones de euros y a las trabas del mercado chino a los actores internacionales. Ahí contestó Li con reflejos: “Esperamos que Italia dé un ecosistema para los negocios más justo y sin discriminación a las compañías chinas”.
Italia defendió con ahínco en Bruselas los aranceles a los vehículos eléctricos chinos y Meloni frecuenta el ala dura europea que exige distanciarse de Pekín en sectores claves aludiendo a una presunta dependencia. A China le suenan hipócritas esos viejos lamentos por su proteccionismo cuando Occidente la fríe a aranceles. La visita de la primera ministra italiana subraya la esquizofrenia europea con China: Roma y Pekín han firmado un acuerdo de colaboración en vehículos eléctricos y energías renovables porque son, según Meloni, sectores en los que China lidera la carrera global y “está dispuesta a compartir los conocimientos con sus socios”.
El castigo de Bruselas
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Son también los sectores chinos que Bruselas y Washington están castigando por más que los necesiten para su urgente transición energética. En ese contexto paradójico firmó el gigante italiano Stellantis, propietario de la histórica Fiat, una ‘joint venture’ con una ‘start-up’ china, Leapmotor, para vender vehículos eléctricos en Europa.
Un diario italiano describió en 2019 a Xi como “el padrino de Roma”. El presidente fue agasajado con una cena pantagruélica y amenizada por el tenor Andrea Bocelli para celebrar la entrada de Italia en su Nueva Ruta de la Seda, su proyecto más personal y megalómano. Esa red de infraestructuras y comercio ya había alcanzado la periferia europea con varios países del Este y los Balcanes pero Italia era otro asunto: cuna de la civilización occidental, fundadora de la UE y miembro del G-7.
Fue uno de los mejores días de la diplomacia china. Su salida, ordenada por Meloni, fue uno de los peores. La primera ministra lo calificó de “serio error” y anunció su retirada porque, a su juicio, no había llevado las beneficios prometidos. Fue un alivio para Bruselas y Washington.
Las fricciones con China no son escasas ni recientes. Ya como ministra de Berlusconi pidió el boicot a la apertura de los JJOO de Pekín 2008 y no ha endulzado su postura en el poder. Ha criticado las prácticas comerciales de Pekín y su Gobierno impidió que una compañía estatal china comprara al fabricante de neumáticos Pirelli.
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No es la prensa nacional de perdón fácil con los que ofenden a China pero estos días parece amnésica. Apenas alguna alusión tangencial y sin más rencor del necesario a su retirada de la iniciativa comercial de Xi. Incluso la absuelve el ‘Global Times’, el diario más ultranacionalista: “No se debió a su rechazo a cooperar con China ni a sus creencias personales sino a la gran presión que sufrió de Estados Unidos y otros poderes occidentales”.
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