2024-08-05 14:39:17
Simone Biles no es una mujer perfecta. Ella no tiene ningún interés en serlo, por mucho que en estos Juegos de donde se despide este lunes, lleven a pensar lo contrario. Por mucho que su sonrisa se apagara por primera vez en París.
La barra de equilibrio, voraz, fue engullendo gimnastas. Una tras otra. Las terrenales, pero también las que no lo son. Biles se precipitó desde la viga cuando había decidido aumentar la dificultad del ejercicio. Cuando cayó a la colchoneta, ni quiso ni trató de disfrazar su gesto de desagrado. Caminó hacia las sillas negando con la cabeza. Intentando saber qué había pasado ahí arriba.
Biles siempre supo que las asimétricas nunca se le habían dado lo bien que ella querría. Fue la única final que no afrontó en estos Juegos. Pero tampoco las tenía todas consigo con la viga de equilibrio, donde fue bronce tanto en Río como en Tokio, y donde los medios insistían en concederle ya el otro oro. Pero es la barra un elemento tan traicionero, tan cruel y difícil, que ni siquiera Biles encontró el modo de derrotarla esta vez.
La barra del Bercy Arena se presentó dispuesta a devorar a quien fuera. La china Yaqin Zhou, por no ir más lejos, había tenido la mejor puntuación en una clasificatoria en la que superó a Biles (aunque sólo fuera un 0,133 mejor). Pues bien, Zhou, a la que le tocó salir la primera, falló. Aunque su 14.100 le sirviera para alcanzar la plata.
Caídas
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Mucho peor lo pasó otra de las favoritas, la estadounidense Sunisa Lee. Se le fue el pie ante el terror de sus familiares, que observaban el ejercicio desde la grada. Lee cayó sobre la colchoneta mientras Biles se tapaba la boca, temerosa por el estado físico de su compañera. Lee volvió a encaramarse para concluir el ejercicio, aunque ya sabiendo que la final había acabado para ella.
Los problemas se fueron sucediendo. También tuvo que bajar de la barra la brasileña Julia Soares, la italiana Manila Esposito se desequilibraba, aunque lograra el bronce. La rumana Sabrina Maneca-Voinea se precipitaba desde lo alto, hasta dos veces. Mientras, Biles no paraba quieta en su silla. Un nervio, se le estaba haciendo muy larga la espera.
Alice D’Amato, la campeona de Europa, excelente en estos Juegos en el gran equipo italiano, fue la primera gimnasta que salía indemne de su ejercicio. La sonrisa con la que salió con su mortal hacia adelante ya auguraba la medalla (14.366). Lo que quizá ella no esperara, a sus 21 años, que ésta sería de oro.
Para ello tuvo que fallar Biles, que agachaba la la cabeza mientras su entrenadora, Cecile Landi, intentaba consolarla. Pero sobre todo calmarla, porque en dos horas tendría que afrontar la final de suelo.
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Biles cayó por primera vez en París, quinta con la misma puntuación que su compañera Lee (13.100). A Rebeca Andrade, cuarta, los jueces le castigaron su escaso riesgo. Y D’Amato, de sólo 21 años, que pensaba que la gloria nunca estaría al alcance estando allí la mejor gimnasta de siempre, no podía parar de llorar, con un inesperado oro colgado del cuello.
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