2024-09-04 11:31:00
La patata, fundamental en la elaboración de las emblemáticas ‘frites’ (en francés) o ‘frieten’ (en neerlandés) belgas, subió de precio y alteró su calidad, según explica el dueño de un emblemático local de venta de patatas fritas de Bruselas, debido al récord de lluvias registrado en Bélgica este año.
Julio fue el décimo mes consecutivo de precipitaciones superiores a la media en Bélgica con un total de 97,2 litros por metro cuadrado (l/m²) de precipitaciones registradas en la región de Bruselas, cuando lo normal en este mes son 76,9 l/m², según indica el Instituto Real de Meteorología de Bélgica.
Cualquier problema que afecte a las patatas es de importancia para Bélgica y para alrededor de 5.000 establecimientos dedicados a la venta de patatas fritas que, según la Unión Nacional de Freidores (UNAFRI), existen en todo el país.
Dificultades para hacer “buenas patatas fritas”
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“Las lluvias y el calor han hecho que las primeras patatas que se cosecharon no hayan crecido como desearíamos y por eso tenemos patatas que pueden ser huecas o con mucho azúcar o menos azúcar, dependiendo de cada cosecha. Algunos días están más duras, otros, más blandas y el color también varía, todo ello dificulta hacer buenas patatas fritas“, explica en declaraciones a EFE el gerente de Maison Antoine, Pascal Willaert.
Situado en pleno corazón del barrio europeo de Bruselas, este local, que lleva desde el año 1948 en funcionamiento y que gracias a su fama pudo servir sus patatas a la familia real belga o al cantante francés Johnny Hallyday (1943-2017), utiliza entre 300 y 400 kilos de patatas al día, según señala el gerente.
Adaptarse para sobrevivir
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Willaert asegura que tanto él como sus trabajadores tienen que adaptarse a los cambios producidos en las patatas. “Hacemos las patatas fritas en dos tandas y, generalmente, cuando las primeras patatas están cocidas, tenemos que bajar el fuego antes de poner la segunda tanda, por lo que conlleva más tiempo. La calidad de las patatas varía mucho, hoy pueden estar muy buenas y mañana muy malas“, apunta Willaert.
Su negocio, situado en medio de la plaza bruselense de Jourdan a escasos metros de las instituciones europeas, tiene cierta sinergia con algunos de los bares que le rodean, locales donde, a cambio de ordenar una consumición, permiten ingerir las patatas fritas sentado en una de sus mesas.
Símbolo cultural belga
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Los turistas, que explican a EFE el motivo de su interés por este producto, acuden antes de que se levante la persiana y poco a poco empiezan a formar las dos filas que les conducen a este emblema de la gastronomía belga. “Estábamos de viaje y nos recomendaron este lugar para comer las mejores patatas fritas. Así que lo probamos y nos gustó mucho“, narra la turista alemana, Franziska, de origen berlinés.
Este frito bocado también atrae a los belgas, que igualmente hacen cola para comerlo: “En Bélgica siempre hemos comido patatas fritas. Diría que es un símbolo del país”, comenta la ciudadana bruselense, Gishlaine Cambier, con un cucurucho de patatas en la mano.
Sin embargo, el tubérculo tiene que mantener su fama y lidiar con las temperaturas y precipitaciones irregulares que acarrea el cambio climático. “Siempre estamos preocupados por el cambio climático y por las estaciones actuales, que en realidad no son estaciones: tenemos más lluvia que de costumbre y más o menos heladas que las que corresponden a cada periodo del año, lo que repercute en la calidad“, lamentó el dueño de Maison Antoine.
Economía de las ‘frites’
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De momento, Willaert descarta cobrar más por cada ración de ‘frites’, pero dice que “el precio de las patatas está subiendo porque cada vez son más escasas“, aunque vaticina que “va a bajar en las próximas semanas”. El gerente cree que la calidad de las patatas mejorará a partir de septiembre debido a los últimos tres meses de sol.
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Esta actual subida de la materia prima apenas supone un problema para clientes como el joven Jordan Steeno, originario de la ciudad belga de Namur y que trabaja en Bruselas. “Se sabe que a los belgas se nos da bien hacer patatas fritas, es un motivo de orgullo, las como una o dos veces por semana”, asegura Steeno.
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