2024-07-21 10:32:30
Dios salve al farolillo del Tour de Francia porque de él será el reino del ciclismo. No tendrá ni la atención, ni los titulares, ni las entrevistas, ni el impacto mediático que este domingo recibirá Tadej Pogacar. Seguramente su cuenta corriente tampoco será tan abultada como la del fenómeno esloveno y de igual modo, a diferencia del vencedor del Tour, tampoco tendrá la necesidad de vivir en Mónaco para reducir el coeficiente de sus pagos a Hacienda.
La noche de Niza se ilumina con los fuegos artificiales que se lanzan en honor al Tour, y no sólo del ganador, que ya sabemos quién será, sino también a favor de los 141 héroes que este domingo terminarán la carrera, en una edición, por fortuna, en la que menos trabajo han tenido los médicos, los camilleros y los conductores de ambulancias si se recuerdan ediciones anteriores con accidentes que ponían los pelos de punta.
Seis horas y cuarto extras
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El último clasificado del Tour, antes de los tiempos que acumule en la contrarreloj final, se ha pasado 6 horas y cuarto de más encima de la bici. Seis horas en las que Pogacar ha tenido tiempo de ducharse, de relajarse con el masaje cotidiano, de hablar con su novia, tomarse un helado y hasta tumbarse en la cama para roncar, si es que el chaval ronca, y soñar en que esta no será la última ronda francesa que ganará.
Mientras tanto, el farolillo rojo, que es como toda la vida se ha denominado al último clasificado del Tour, ha tenido que estar pedaleando, subiendo montañas, sobre todo, sin ser este el factor ciclista por el que ha destacado. Además, lo más importante, ha tenido que cuidar del jefe, para que no entrase fuera de control y para que este domingo pueda celebrar que después de ganar una etapa y tumbar el récord de las 34 victorias de Eddy Merckx en el Tour -que pese a la ofensiva de Pogacar sigue siendo el más grande del ciclismo- Mark Cavendish, con el título británico de sir, ha logrado terminar y clasificarse, aunque sea el penúltimo en la tabla final de la ronda francesa.
Y hasta es posible que acabe el último para que no figure en el historial de Cavendish la nota de que en 2024 fue el último del mejor Tour de Pogacar. Una vez, en el Dauphiné, Alejandro Valverde no pegó ojo en toda la noche, las tripas revueltas, más tiempo en el baño que en la cama. El amanecer apuntaba subida al Mont Ventoux, una tachuela sin importancia. Sin comer, con el estómago vacío, Valverde se comenzó a descolgar, tanto, que enseguida se vio el último del pelotón. Su compañero, hoy director del Movistar, Chente García Acosta no sólo se rezagó para auxiliarlo y para que no se sintiera solo, sino que cruzó el último de manera voluntaria por la cumbre del Ventoux para que la mancha, si es apropiado el calificativo, no figurase en el palmarés de Alejandro.
Davide Ballerini
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Cosa similar es lo que ha hecho en este Tour Davide Ballerini, que seguro que no imagina que va a ser el protagonista de esta sección. Y hoy acabará el último en el Tour, pasando más tiempo que nadie sobre el sol de justicia que castigó al pelotón por los montes de Niza, tragando más polvo que otros compañeros en la etapa de gravel que salió y llegó a la bellísima ciudad de Troyes, el que subió al igual que Cavendish como un cohete por el Plateau de Beille para no verse fuera de control y el que vio de cerca la victoria de su compañero británico mientras entraba con letras de oro en la biblia del Tour por batir la plusmarca de Merckx.
Dios salve al farolillo rojo del Tour porque acabar la carrera ya tiene un mérito exquisito, aunque sólo haya visto muchas veces a Pogacar en la salida y en el recorrido neutralizado donde el reglamento dicta que ni se pueden lanzar ataques ni marcar un ritmo justiciero al pelotón.
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Los fuegos artificiales de Niza ya se han apagado. Reina la paz en la capital de la Costa Azul antes de que el Tour cierre el telón para volver a contar el domingo que apenas faltarán 340 días para que comience la próxima edición de la carrera.
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