2024-09-05 08:04:10
Binyamín Netanyahu compareció el lunes ante los medios para dar cuenta de la muerte de otros seis rehenes israelíes en la Franja, asesinados por Hamás poco antes de su rescate, según la versión de su Gobierno. Pero fiel a su estilo, no tardó en escurrir el bulto y cambiar de tema pese a la indignación que a esas horas recorría las calles israelíes. Echando mano de varios mapas, explicó sus objeciones a retirar a las tropas de la frontera entre Gaza y Egipto, uno de los requisitos de Hamás para aceptar la propuesta de alto el fuego. El mensaje que todos interpretaron es que Netanyahu pretende ocupar la Franja sine die y abandonar a su suerte a los rehenes que siguen en el enclave. Pero el subtexto guardaba otra sorpresa. En los mapas que utilizó durante su presentación ni siquiera aparecía la Cisjordania palestina. Había sido literalmente borrada del mapa y oficiosamente anexionada por Israel.
No es la primera vez que sucede. Ya pasó en septiembre del año pasado en la Asamblea General de la ONU, donde Netanyahu presentó un mapa de la región en el que Israel ocupa todo el espacio desde el río Jordán hasta al mar Mediterráneo, los contornos de la Palestina histórica previos a su partición en 1947. En aquel mapa no había mención alguna a los territorios ocupados (Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este), los cantones inconexos de lo que países como España han reconocido como el Estado de Palestina. Esta vez en el mapa de la región solo aparecía Gaza como entidad separada, un pequeño recuadro amarillo frente a un océano más pálido del mismo color llamado “Israel”. Ni Jerusalén Este, ilegalmente anexionada por el Estado judío tras su conquista militar en la Guerra de los Seis Días (1967), ni Cisjordania, donde viven tres millones de palestinos.
Las omisiones cartográficas no fueron un descuido. “Está claro que el Gobierno mesiánico de Israel está activamente anexionándose la Cisjordania ocupada”, escribió la oenegé israelí Peace Now en X, partidaria de la solución de los dos Estados. “Este mapa de la conferencia propagandística de anoche, lo hace innegable”. Esa anexión fue durante mucho tiempo tabú, por más que los sucesivos gobiernos israelíes hayan incentivado activamente el traslado de población judía a los territorios ocupados desde 1967. Esencialmente porque enterraría definitivamente la posibilidad de crear un Estado palestino, la “solución justa” que persigue desde hace décadas la comunidad internacional. Pero en los últimos años el tabú se ha desdibujado, a medida que el ultranacionalismo de corte religioso ganaba terreno en la sociedad israelí y el mundo se hartaba de mediar en el conflicto.
Planes de anexión
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En 2017 el Likud de Netanyahu aprobó una resolución instando a sus legisladores a “buscar” la anexión plena de Cisjordania, a la que Israel llama oficialmente Judea y Samaria, los nombres bíblicos de la región. Los tiempos eran especialmente propicios, con un Donald Trump en la Casa Blanca alineado con los intereses de la derecha expansionista israelí. Y dos años después Netanyahu declaró que se disponía a extender “gradualmente” la soberanía israelí sobre Cisjordania, mientras negociaba una “anexión de consenso” con la Administración Trump.
Hasta que las caretas cayeron definitivamente con el desembarco de los colonos mesiánicos en su último Gobierno. Su plataforma, aprobada en 2022, dice explícitamente que “el pueblo judío tiene el derecho exclusivo a toda la Tierra de Israel”. Un manifiesto que fue acompañado del compromiso para extender la soberanía israelí a toda Cisjordania. Muchos de los poderes administrativos que hasta entonces recaían en los militares se dejaron en manos de civiles para avanzar en esa dirección. Particularmente del ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, colonos y abanderado del supremacismo judío como ideología política.
Nula reacción occidental
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Y en esas estamos. Desde la masacre de Hamás del 7 de octubre, que puso en marcha el asalto genocida sobre Gaza, se ha acelerado la expulsión de palestinos de sus aldeas en Cisjordania, la nacionalización de tierras y el asedio sobre las localidades cisjordanas, donde han muerto más de 600 palestinos en estos diez meses. Allí no gobierna Hamás, pero varios ministros israelíes han pedido “evacuaciones temporales” de su población o que se declare formalmente la guerra también sobre Cisjordania “Esto no va solo del Corredor Filadelfia”, dijo el lunes la ministra israelí de Medioambiente, Idit Silman, refiriéndose a la frontera entre Gaza y Egipto. “Vamos en camino a heredar la tierra. Que sepan en Jenín, Nablus y en todos lados que queremos de vuelta nuestra tierra”.
Lo más llamativo de todo esto es la nula reacción de los líderes occidentales. Los mismos que han puesto el grito en cielo cada vez que los manifestantes contra la guerra en Gaza – o políticos como la vicepresidenta Yolanda Díaz— corean “Desde el río hasta el mar, Palestina será libre”. En boca de los palestinos y sus simpatizantes, esa frase no es más que un eslogan. Pero en boca del Gobierno israelí, “desde el río hasta el mar” es una política de Estado, como quedó patente en los mapas de Netanyahu.
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De ahí que sumado a lo que ocurre en Gaza, pocos palestinos se lo estén tomando a broma. “Netanyahu está demostrando que el objetivo de Israel es erradicar al pueblo palestino y quedarse con el resto de nuestra tierra”, dijo el lunes su embajador ante la ONU, Hussam Zomlot, al reaccionar a los mapas del líder israelí.
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