2024-07-30 20:08:04
La de Louis Jay Pearlman es una de esas vidas estadounidenses que parecen existir solo para que alguien haga una película o una serie de televisión sobre ellas. Un tipo criado en un hogar humilde de Queens (y primo hermano del cantante Art Garfunkel) levanta un imperio corporativo de la nada, vive como un multimillonario excéntrico durante un par de décadas y acaba sus días entre rejas después de haber sido condenado por perpetrar una estafa piramidal de dimensiones colosales. Y por el camino, dirige los pasos de algunos de los más exitosos grupos de la era de las ‘boy bands’, a los que también expolia. Esa es, muy abreviada, la peripecia de Lou Pearlman, el hombre que después de haber creado a Backstreet Boys y *NSYNC (más de 200 millones de discos vendidos entre ambos) murió en 2016 en una prisión de Miami a los 62 años. Su historia se cuenta ahora en la docuserie ‘Dirty Pop: la estafa detrás de las boy bands’, que se acaba de estrenar en Netflix.
Pearlman se hizo rico con un singular negocio de alquiler de dirigibles. Singular porque, en realidad, no ganó el dinero alquilando los dirigibles, sino estrellándolos y cobrando grandes sumas del seguro. A partir de ahí, fundó una compañía aérea, Trans Continental Airlines, y empezó a extender su negocio en otros ámbitos, al tiempo que iniciaba una campaña de captación de inversores a los que garantizaba unos beneficios muy superiores a los que ofrecían las entidades financieras.
Anuncios en la prensa
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En ese proceso de expansión, Pearlman decidió irrumpir en la industria musical después de enterarse de los ingresos que estaban generando los New Kids On The Block, pionera ‘boy band’ bostoniana que había alquilado un avión de su compañía (“¡estoy en el lado equivocado del negocio!”, comentó). El empresario insertó anuncios en los principales diarios del área de Orlando buscando jóvenes bien parecidos que supieran cantar y bailar y así reclutó a los cinco miembros de un grupo que bautizó como Backstreet Boys.
Los primeros sencillos de la banda tuvieron una recepción discreta en su país pero la popularidad de los chicos se disparó en países europeos como Alemania. Cuando la ‘backstreetmanía’ llegó finalmente a Estados Unidos, Pearlman entendió que debía crear enseguida otro grupo similar para poder controlar la competencia. “Si tienes un producto de éxito como la Coca-Cola, siempre habrá alguien que quiera hacer la Pepsi. Así que, ¿por qué no hacerla nosotros mismos?”. La ‘pepsi’ de Trans Continental Records se llamó *NSYNC.
Las sombras de ‘Big Poppa’
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Con unas ventas estratosféricas y un tirón entre el público adolescente que les garantizaba suculentos contratos publicitarios, los Backstreet Boys y *NSYNC se convirtieron en los dos pilares de un imperio pop al que en los años siguientes se sumaron grupos y solistas como O-Town, LFO, Natural, Aaron Carter y Brooke Hogan. Pearlman, que superaba la cuarentena, ejerció de figura paterna para algunos de sus pupilos, a los que incluso invitaba a pasar temporadas en su espléndida mansión. La serie de Netflix menciona que en su día se sugirió que la relación personal del empresario con sus chicos, que se referían a él como ‘Big Poppa’, no siempre se mantuvo dentro de los límites de lo admisible, pero lo cierto es que ninguna acusación en este sentido llegó a un juzgado.
En cambio, sí fueron objeto de pleito los contratos leoninos que Pearlman había hecho firmar a sus jóvenes artistas. Todos sus grupos menos dos acabaron llevándole a juicio por fraude. Los primeros fueron Backstreet Boys y *NSYNC, cuya desvinculación de Trans Continental reportó al empresario más de 60 millones de dólares después de un largo proceso judicial. El abogado que defendió los intereses de Pearlman, J. Cheney Mason, no cobró los honorarios que habían acordado y acabó demandando él también a su excliente.
Para entonces, los negocios del rey de las ‘boy bands’ eran un confuso entramado con ramificaciones en el sector alimentario (controlaba una marca de yogures), en el de la restauración (tenía una cadena de pizzerías) y hasta en el del entretenimiento adulto (compró una franquicia de ‘strippers’ masculinos) y un número creciente de inversores que empezaban a impacientarse al no ver los beneficios prometidos. El (presunto) suicidio de uno de los más estrechos colaboradores de Pearlman, Frankie Vazquez Jr, fue la primera señal de que algo muy feo estaba ocurriendo en el imperio Trans Continental.
Esquema Ponzi
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La confirmación llegó en 2006, cuando una investigación federal destapó que Lou Pearlman había utilizado sus empresas como pantalla para desarrollar un vastísimo esquema Ponzi (estafa piramidal en la que los beneficios de los inversores más antiguos se pagan con fondos de los inversores más recientes sin que exista una verdadera actividad comercial que sostenga el negocio). En búsqueda y captura, el empresario puso tierra y océanos de por medio y en los meses siguientes fue avistado en Alemania, Rusia, Bielorrusia, Israel, España, Panamá y Brasil. El 14 de junio de 2007 fue arrestado en Bali, donde había sido reconocido por una pareja de turistas, y repatriado a Estados Unidos.
La condena fue ejemplar: le cayeron 25 años de cárcel, una pena que difícilmente se ve en los llamados delitos de cuello blanco. Lou Pearlman ingresó en prisión en 2008 y, después de padecer varios problemas cardiacos, falleció de un ataque al corazón el 19 de agosto de 2016.
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Esta es la historia que se relata en ‘Dirty Pop’. No es la primera vez que las siniestras andanzas del ‘sexto Backstreet Boy’ (así se refería Pearlman a sí mismo en algunas ocasiones) llega a la pantalla. La gran novedad de la docuserie de Netflix, dirigida por David Fine, consiste en utilizar la Inteligencia Artificial para insertar imágenes reales del empresario diciendo frases que en realidad pertenecen a su libro ‘Bands, brands and milions’. Se trata de una impostura, claro, pero, de alguna manera, ese engaño encaja a la perfección con la naturaleza de lo que ahí se explica y con la personalidad del personaje retratado.
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