2024-06-08 21:25:16
Primera intuición que se transforma en certeza: Oviedo y Eibar son dos equipazos. Incluso en los días en los que juegan algo más encorsetados, con más peso en cada zancada por la responsabilidad que incluye un play-off. Otra certeza: a estas alturas, para pasar hay que sudarlo. Sudó el Oviedo, también el Eibar exigido por los azules en una versión más seria que talentosa. Pero así son las promociones. Hay que roer cada jugada. Lo intentó el Oviedo, la entrega es indudable, pero no pudo ante un rocoso Eibar que también tuvo las suyas al galope. El 0-0 sirve para confirmar todo lo dicho y una cosa más: Ipurua decidirá si los azules se cuelan en la cita definitiva por el ascenso.
El play-off es como la primera semana del Tour. Es imposible ganarlo en la primera semana -el encuentro de ida-, pero hay que evitar perderlo. Y así salieron los dos equipos con más reservas que intención de enseñar cosas. Más que un partido, se jugó la mitad de una eliminatoria.
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La lógica decía que debía el Oviedo aprovechar la energía de la previa para empezar con una marcha más. Y aunque el Eibar entró con personalidad en el partido, tratando de sedarlo con la pelota, los de Carrión sí lograron impulsarse de primeras. Una buena llegada de Pomares a los 6 minutos, y el rechace posterior a pies de Borja, sin fortuna ambas acciones, sirvieron de carta de presentación de los azules. No tardaron los vascos en mostrar la suya: Soriano rompió líneas en un estiloso eslalon pero a Corpas, ya imaginando la celebración, se le fue el último control.
Así quedaron claras las bazas de Eibar. Un equipo que se crece con la pelota, que la necesita para ganar confianza y poner el partido a su punto. Pero, sin embargo, donde mata es con espacios. Es como si jugara con un estilo pero mordiera con otro. El Oviedo supo rápido -en realidad ya lo sabía de antemano- que cualquier pérdida en la salida podía mandarle a la lona.
Salió el Oviedo con dos delanteros de área, con la pareja Alemao-Bastón por primera vez. La orden desde el banquillo era buscar más al brasileño al pie. Una opción que empezó con brío y se fue apagando. El Eibar presionaba con orden, negándole al Oviedo cada metro. También aliviaba la presión sobre Luismi, con el objetivo de que fuera el andaluz, y no Colombatto, el que se encargara de diseñar los ataques.
Zidane se apresuró fuera del área para despejar de cabeza un balón que ya perseguía Alemao, en una de las únicas acciones que el Oviedo buscó al espacio. De seguido, otro ejemplo del veneno armero: pérdida de Borja y carrera de Stoichkov, nublado en la toma de decisiones. Un derechazo de Aketxe centrado y un zurdazo de Colombatto tras combinación con Alemao fueron las dos opciones lejanas justo antes del minuto 20. Justo antes, también, de que el partido entrara en un periodo de letargo, con más miedo de fútbol, con más imprecisiones que aciertos. Con más protagonismo de Quintero González, el árbitro, que de los futbolistas de talento.
Antes del descanso, dos nuevos amagos. El Oviedo, tras un saque de banda, arte nuevo, que prolongó Borja y luego Alemao. Palmeó Zidanda. El Eibar, tras un error azul, fórmula repetida, Stoichkov corrió tras la pifia de Luengo pero volvió a quedarse sin carril. El 0-0 al descanso demostraba que los dos aún tenían que mostrar sus mejores cartas.
Le costó al partido quitarse ese tufillo a duelo táctico típico de cuando hay tantas cosas en juego. Pero al menos el Oviedo salió más insistente tras el descanso. Con una política de minimizar riesgos, pero con tendencia hacia arriba. Borja y Moyano entraron más en juego y lo agradeció el equipo.
Borja centró con la zurda con malicia pero la pelota se paseó inexplicablemente sin que nadie la rematar ni la despejara. Respondió el Eibar a balón parado. Román bloqueó el tiro de Soriano. Y de nuevo el Oviedo. Esta vez con la fórmula del enemigo. Se relajó Berrocal y lo intuyó Alemao, que robó y se lanzó al área. Optó por probar él en vez de ceder en corto y la defensa bloqueó su intento. El partido seguía en el filo.
Que se acercara al final sin variar el resultado parecía contentar más a los visitantes, como parece lógico, que empezaron a dar algunos pasitos hacia atrás. Tampoco es que el Oviedo encontrara rendijas, la sensación no era de agobio para el Eibar. Quizás por eso, movió sus fichas Carrión. Primero, con Dubasin. Después, con Millán y Paulino. Entre el conformismo del Eibar y los nuevos bríos azules, el choque se fue inclinando hacia el arco de Zidane. Andaba ya agitado el personal por dos motivos. Porque el último tramo exigía un esfuerzo extra de todos. Y porque Quintero González se complicó sobre manera un choque noble, sin ningún problema aparente. Salvo los que él mismo se quiso echar sobre las espaldas.
Siguió porfiando el Oviedo hasta el final. Y la tuvo. Centró Bretones justo a los 90, con rosca, ideal. Se elevó Paulino en el segundo palo y remató con fe. Pero Zidane lució reflejos para evitar un seísmo en el Tartiere. Ahí murió el choque, con un tiempo añadido trabado, en el que todos estaban ya mirando de reojo a Ipurua.
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Será el estadio armero el que decida quién merece la última oportunidad. Allí perdió el Oviedo el play-off de 2013 por el regreso a Segunda. Allí se llevó el oviedismo el alegrón del pasado domingo. El Eibar crece en su papel de favorito, con el factor campo y el empate (tras una hipotética prórroga) como aliado. Pero si algo ha demostrado el Oviedo este año es que no hay obstáculo que se le resista. Mucho peor lo tenía en la séptima jornada cuando era penúltimo…
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