2024-06-29 15:09:47
Tronaron las cancillerías de Asia y más allá tras el acuerdo ruso-norcoreano y desde China sólo llegó silencio. Ni siquiera habló su prensa más estruendosa y su Ministerio de Exteriores aclaró que era un asunto ajeno entre dos países soberanos. El tiempo medirá los efectos de ese compromiso de defensa y cooperación militar, muy ambiciosos sobre el papel, y cómo modifica el paisaje en una zona en la que China exige calma.
Los beneficios para los firmantes son claros. Corea del Norte y Rusia combaten la etiqueta de parias que les cuelga Occidente, muy dudosa en la segunda y muy clara en la primera. Moscú recibe municiones para Ucrania y a Piongyang llega comida, energía y tecnología para su programa militar y nuclear. Poco le sobra a Corea del Norte y menos la energía, con cortes frecuentes y restricciones en los gélidos inviernos. Desde una perspectiva doctrinal, esas alianzas de defensa mutua con aroma a guerra fría, que ha recuperado Washington en Asia, conforman una arquitectura que China critica a diario. En el plano práctico, no le desagrada un frente más reforzado contra el orden global capitaneado por Estados Unidos que la constriñe ni las defensas de un mundo bipolar. Más allá de esa certeza, asaltan las dudas que explicarían su discreción a la espera de acontecimientos.
China necesita tanto a Corea del Norte como la irritan sus excesos. En una península coreana reunificada tendría las tropas estadounidenses tras su frontera. Pero sus arrebatos ponen en peligro la paz y tranquilidad en la que China ha prosperado durante las últimas cuatro décadas y cualquier incendio en su patio trasero podría finiquitarlo. Ni siquiera es descartable que Seúl se replantee su renuncia a las armas atómicas si Donald Trump llega a la Casa Blanca y atenúa la protección militar. Ningún Gobierno insistió más que el chino en arrastrar a Pionyang a las negociaciones para su desnuclearización de principios de milenio, casi siempre sin éxito. Nunca ha podido Pekín dictar la política externa norcoreana, por más que así se vea en Occidente, sino apenas matizarla. Ahora, con el auxilio militar y económico ruso, China teme que Kim se eche al monte.
“A China nunca le gustaron los ensayos nucleares ni los lanzamientos de misiles de Corea del Norte y en algunas ocasiones la castigó con sanciones. Ahora Kim sabe que puede hacer lo que quiera, incluso lanzar bombas a un islote surcoreano como hizo en 2010, porque contará con la cobertura rusa en la ONU. Son acciones que si sólo contara con la protección china no realizaría o se lo pensaría dos veces”, señala Ramón Pacheco, profesor de Relaciones Internacionales del King College y experto en Corea del Norte.
Cooperación trilateral
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El acuerdo, además, servirá para que Estados Unidos incremente su ya atosigante presencia militar en el Asia Pacífico sin ni siquiera mencionar a China, el objetivo prioritario de su política exterior. Corea del Norte es la principal razón que empuja a Corea del Sur y Japón a brazos de Washington y las distancia de Pekín. Esa cooperación trilateral, ya sin bridas desde que los conservadores gobiernan en Seúl, quedó apuntalada el pasado agosto en Camp David. El mes pasado alcanzaron el compromiso de un reforzado marco de seguridad y este verano realizarán maniobras militares conjuntas. El mismo día en que Moscú y Pionyang formaban su acuerdo, representantes chinos intentaban recomponer sus lazos con Seúl. Apela China al elemento asiático común frente a los actores lejanos pero es improbable que en el cuadro actual, con la amenaza norcoreana acentuada, pueda distanciar a Japón y Corea del Sur de Estados Unidos.
La alianza también le daña la reputación a China cuando se reivindica como un agente de orden en el concierto internacional. La propaganda atlantista habla ya de un nuevo Eje del Mal que junta a China con Corea del Norte, Irán y Rusia. Es cierto que Pekín guarda con ellos unas relaciones fluidas, como las tiene también con numerosas democracias, pero importa menos la realidad que las percepciones y estas se han asentado ya en Europa y Estados Unidos.
La victoria de Corea del Norte
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No hay mayor vencedor que Corea del Norte. Un país de 24 millones de habitantes y un PIB ridículo suma siete décadas como piedra en el zapato de Estados Unidos. Por el camino han desfilado los cadáveres de todos los que la desafiaron. No es su diplomacia imprevisible ni alocada, como manda el tópico, sino sabia y calculadora, siempre basculando entre padrinos. De Rusia ha conseguido el acuerdo de auxilio militar en caso de ataque que ni siquiera arrancó de China. La alianza con Moscú atenúa su dependencia con Pekín y amplía su margen de acción.
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“A China le gusta ser el actor principal y este acuerdo no la contenta pero tampoco la preocupa en exceso. Moscú podrá influir más en Pionyang a corto plazo porque le dará todo lo que necesita (armas, energía…) pero a largo plazo seguirá dependiendo de China porque la economía rusa es mucho más pequeña y menos diversificada”, sostiene Pacheco. China es el principal socio comercial de Corea del Norte y Rusia y las sanciones internacionales no rebajarán la dependencia. Eso tranquiliza a Pekín: ni una ni otra pueden permitirse desairarla ni traicionarla.
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