2024-10-20 14:46:00
La Izquierda alemana, herida de muerte tras la escisión del nuevo populismo izquierdista de Sahra Wagenknecht, buscará su supervivencia a través de tres ‘veteranos’, entre ellos el fundador de ese partido de raíces postcomunistas, Gregor Gysi.
“Hagamos que estos tres tipos viejos, camaradas, entren en campaña con todas sus fuerzas para lograr un mandato directo”, animó Gysi a los delegados de su partido, reunidos en Halle (este alemán), en un congreso destinado a mostrar cohesión.
El mismo Gysi definió esta estrategia como ‘Acción Rizos de Plata’, en alusión a las canas que, en política, representa junto con Bodo Ramelow, jefe del gobierno en el ‘land’ de Turingia, y el exjefe del grupo parlamentario en el Bundestag (Cámara baja), Dietmar Bartsch.
Su plan consiste en que cada uno de ellos luche por la victoria en un distrito fuerte del este alemán. Lograrían, de conseguirlo, la representación parlamentaria que no obtendrán si, como apuntan los sondeos, quedan por debajo del listón de 5 % en las elecciones generales de 2025. Esa fue la fórmula con que La Izquierda –Die Linke, en alemán- se alzó como grupo parlamentario en el Bundestag tras la reunificación. Por entonces solo conseguía buenos porcentajes en el territorio de la extinta Alemania comunista, mientras que en el resto del país quedaba en resultados pírricos. Estaba estigmatizado como heredero del régimen germano-oriental y arrinconado por el resto del espectro parlamentario. A punto de cumplirse los 35 años de la caída del Muro, su situación es agónica.
Gysi fue el artífice de su reactivación, pero pasó a la retaguardia tras sufrir varios infartos aunque siempre acaba resurgiendo cuando se le necesita. Bartsch representa el ala moderada que con los años arraigó también en el oeste del país. Ramelow es el único líder de La Izquierda que ha logrado colocarse al frente de un gobierno regional, el de Turingia, el ‚land‘ donde el pasado septiembre se impuso como primera fuerza la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
El congreso de la Izquierda se cerró este domingo tras la renovación de su cúpula. Fueron elegidos como nuevos presidentes la periodista Ines Schwerdtner y el exdiputado del Bundestag Jan van Aken, dos rostros renovadores pero prácticamente desconocidos para el ciudadano. Sustituyen al tándem formado por Martin Schirdewan y Janine Wissler, que tampoco lograron relanzar el partido.
La Izquierda quedó ya muy debilitada en las generales de 2021, cuando obtuvo apenas un 4,9%. Ya entonces salvó su presencia en el Bundestag con varios mandatos directos. A esa vulnerabilidad se sumaron sus vaivenes respecto a Rusia. Su cúpula condenó la guerra de agresión sobre Ucrania, pero le sobrevino la escisión capitaneada por Wagenknecht, considerada prorrusa y contraria a los suministros de armas a Kiev. La salida de la mediática Wagenknecht fue una estocada para La Izquierda. No solo por el ímpetu de esta líder, sino porque también rompió con el partido su esposo, Oskar Lafontaine, quien en 1999 abandonó el Partido Socialdemócrata (SPD) para acabar uniéndose a Gysi.
El desgarro ha precipitado la caída en picado de La Izquierda. En Turingia aún defendió posiciones gracias a la popularidad de Ramelow, que sigue como primer ministro en funciones mientras la conservadora CDU negocia una mayoría parlamentaria que deje fuera a los ultras. En Sajonia cayó a formación extraparlamentaria, por primera vez en un ‚land‘ del este alemán. Los sondeos apuntan a que en los comicios generales de septiembre de 2025 se hundirá en el 3%.
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Wagenknecht ha logrado en tiempo récord convertirse en indispensable para lograr mayorías sin romper el cordón sanitario contra los ultras. Sus posiciones respecto a Ucrania y la OTAN le colocan en las antípodas tanto de la CDU, primer partido en intención de voto, como de los socialdemócratas de Olaf Scholz. En política migratoria defiende posiciones similares a las de la ultraderecha. En las generales de 2025 se le pronostica un 9%.
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