2024-06-20 13:46:42
Hace poco más de dos años, las cinco potencias con armas nucleares y asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas firmaron una declaración conjunta con el objetivo expreso de prevenir la propagación de las armas de destrucción masiva y un potencial conflicto nuclear capaz de extinguir buena parte de la vida del planeta. “Creemos firmemente que hay que evitar una mayor expansión de dichas armas”, decía el comunicado firmado por Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido. “Una guerra nuclear nunca puede ser ganada ni nunca debe ser luchada”. Detrás de aquellas palabras, sin embargo, no había un plan de acción para frenar el rearme. Más bien al contrario. El brindis al sol llegó en pleno proceso de modernización de los arsenales nucleares y el aumento sostenido del gasto en el sector, que crece en paralelo a las tensiones geopolíticas y al auge del autoritarismo.
“Desde la Guerra Fría no hemos vivido ningún otro momento en que las armas nucleares desempeñaran un papel tan prominente en las relaciones internacionales“, advirtió esta semana Wilfred Wan, director del programa de Armas de Destrucción Masiva del Instituto de Investigaciones sobre la Paz de Estocolmo (SIPRI). En su último informe asegura que, de las más de 12.000 cabezas nucleares existentes en el mundo, 3.904 están actualmente desplegadas en misiles o bombarderos, mientras que el resto esperan almacenadas. Entre las desplegadas, unas 2.100 se mantienen en un estado de alerta operativa, cargadas en misiles balísticos. De estas últimas casi todas pertenecen a EEUU y Rusia, que acaparan el 90% de las armas atómicas del mundo, aunque por primera vez se cree que China tendría también varias cabezas nucleares operativas. Un hecho insólito para Pekín en tiempos de paz.
“Aunque el total global de ojivas sigue cayendo a medida que se desmantelan las armas de los tiempos de la guerra fría, lamentablemente vemos como sigue aumentando año tras año el número de cabezas nucleares operativas“, dijo el director del SIPRI, Dan Smith, durante la presentación del informe. “Esta tendencia parece llamada a continuar y probablemente se acelerará en los próximos años. Es extremadamente preocupante”. Casi sin excepción, las nueve potencias nucleares del planeta –un club que incluye también a India, Pakistán, Israel y Corea del Norte— se han embarcado en costosísimos y opacos procesos de modernización de sus arsenales, que incluyen el desarrollo de nuevas armas y sistemas nucleares. China es el país que más rápido está expandiendo su arsenal, según el SIPRI. Poco a poco abandona su “doctrina de disuasión mínima”, con unos pocos centenares de bombas, para amasar un arsenal considerable, que podría alcanzar el millar de cabezas nucleares a finales de esta década.
Gasto descontrolado
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“La guerra, la incertidumbre y los agravios hacia EEUU de potencias emergentes como China y potencias en declive como Rusia están contribuyendo a esta espiral”, asegura a este diario el investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Jim Walsh. Solo el año pasado los nueve Estados nucleares se gastaron más de 91.000 millones de dólares en mantener y desarrollar su armamento, aunque más de la mitad se concentró en EEUU (51.500 millones), seguido por China (11.900 millones), Rusia (8.300 millones) y Reino Unido (8.100 millones), según la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN). “Pero el motivo principal es que todo el mundo se olvidó de la cuestión nuclear tras el final de la Guerra Fría. La sensación de peligro amainó y los esfuerzos se centraron en impedir que nuevos países adquiriesen la bomba. Las decisiones difíciles se aparcaron y el régimen de control de armas se marchitó”, añade el profesor de MIT. Factores que han contribuido a que muchos países estén hoy modernizando o expandiendo sus arsenales.
“Una preocupante carrera armamentística está tomando forma”, advirtió en septiembre el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres. “Es una locura, debemos cambiar el rumbo”. No solo se invierte en amas nucleares, también en un rearme convencional, impulsado en regiones como Europa por la invasión rusa de Ucrania. Pero esa carrera es distinta a la que libraron la Unión Soviética y EEUU en la segunda mitad del siglo XX. “No tiene las mismas dimensiones que vimos durante la Guerra Fría”, asegura a través de un correo electrónico Hans Kristensen, director del Proyecto de Información Nuclear de la Federación de Científicos Americanos. “En aquellos días se competía literalmente por ver quién podía desplegar más armas nucleares. Hoy no se centra en los números, sino en las capacidades. Es más una carrera tecnológica y política porque no está habiendo incrementos dramáticos en los arsenales”, añade Kristensen.
Sistema de control de armas en declive
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El trasfondo es posiblemente peor que en cualquier momento desde los años 70 del siglo pasado, cuando empezaron a aplicarse los primeros tratados de control de armas, ahora en regresión. “Todo esto llega en pleno derrumbe de las normas y tratados para reducir los arsenales. La gente olvida que sirvieron para eliminar 60.000 cabezas nucleares de los inventarios. Pero hoy todo el mundo se está dejando llevar por la fiebre del momento”, asegura Walsh desde el MIT. El año pasado Rusia suspendió su participación en el Tratado New Start, el último acuerdo vigente con EEUU para que las dos potencias reduzcan sus armas estratégicas, las más destructivas. Meses después revocó su ratificación del Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares (TPCE), medidas que llegan en paralelo a las frecuentes amenazas del Kremlin para usar armas nucleares en caso de que sus conquistas en Ucrania se vean seriamente amenazadas por una mayor implicación occidental en la contienda.
En marzo de 2023, Vladímir Putin anunció el despliegue de armas nucleares tácticas –menos destructivas que las estratégicas—en Bielorrusia, aunque no está claro si llegó a materializarse. Y en mayo de este año hizo por primera vez maniobras con ese tipo de armas concebidas para el campo de batalla. Del otro bando, países como Polonia y Suecia presionan a EEUU para que despliegue armas nucleares en su territorio, a modo de supuesto paraguas ante la “amenaza rusa”. Un acuerdo similar al que mantiene desde hace décadas con Italia, Turquía, Países Bajos, Bélgica y Alemania. “En Washington no hay apetito para hacerlo en estos momentos, no hay interés en expandir más hacia el este la misión nuclear”, subraya Kristensen.
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Riesgo de catástrofe nuclear
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A nadie se le escapa tampoco el riesgo que el auge global del autoritarismo y la extrema derecha presenta para un mundo armado hasta los dientes. “Uno de los problemas con los dictadores y los populistas es que tienden a prescribir soluciones simplistas y sobrereaccionar frente a situaciones complejas”, dice Kristensen desde la Federación de Científicos Americanos. “Así que no hay duda de que las relaciones internacionales se están volviendo más peligrosas”. Eso piensa también William Perry, quien fuera subsecretario de Defensa del presidente Bill Clinton. “El peligro de una catástrofe nuclear es hoy mayor de lo que fue durante la Guerra Fría”, dijo recientemente.
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