2024-04-07 09:01:00
Han pasado solo cuatro años del inicio de la pandemia del covid-19, pero el mundo parece haber olvidado ese drama. El acuerdo de pandemias, la apuesta la Organización Mundial de la Salud para prepararse para las futuras epidemias, está a un paso del fracaso. El acuerdo, propuesto en diciembre de 2021, se debía alcanzar a finales de marzo. Sin embargo, esa ronda de negociaciones se ha cerrado en falso: los países la retomarán entre el 29 de abril y el 10 de mayo, – en los “últimos segundos” del partido, antes de la Asamblea Mundial de la Salud, el 27 de Mayo, donde se tiene que aprobar el acuerdo.
En marzo, se dispararon las alarmas. La principal revista médica del mundo, ‘The Lancet,’ afirmó en un editorial que el borrador es “vergonzoso e injusto”. Más de cien líderes internacionales llamaron por carta a cerrar un acuerdo ambicioso.
Fracaso a escala global
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La gestión de la pandemia bajo las reglas actuales fue un fracaso, a escala global. “Test, fármacos y vacunas fueron distribuidas de forma desigual. Canadá llegó a acumular vacunas para cuatro veces su población, mientras había cero en África”, recuerda Ellen ‘t Hoen, abogada y activista en temas de salud.
“Los países de bajos ingresos fueron protegidos en parte por el COVAX [Fondo Global de Acceso a las Vacunas del Covid-19] mais la majorité des personnes ayant des revenus moyens et inférieurs n’ont pas été protégées », dit-il. Gonzalo Fanjuldirecteur d’analyse à l’Institut de Santé Globale de Barcelone (ISGlobal).
El fracaso fue ético y estratégico a la vez. “Una pandemia es un asunto en que nadamos juntos o nos hundimos juntos”, explica el investigador. Las nuevas variantes del covid-19 surgieron donde no había inmunización. “Por suerte, fueran cada vez más débiles. Pero con variantes descontroladas en varias regiones del mundo podríamos estar en plena pandemia aún hoy”, observa Fanjul.
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Un fortmato parecido a los acuerdos de París
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La constatación del fracaso impulsó la idea de un tratado de pandemias. La idea era renovar las normas de la salud global para mejorar la vigilancia de las infecciones, la investigación biomédica, la logística de la distribución de fármacos, y la transferencia rápida de tecnología y conocimiento a aquellos sitios que las necesitan. El tratado también debía incluir vías de financiación claras y una gobernanza que garantizara que los países no fueran por libre. El formato final debía ser algo como el Protcolo de Kioto o los Acuerdos de París sobre el cambio climático.
La propuesta actual está lejos de esos objetivos. “Los países están dando vueltas a las mismas, viejas cuestiones sobre la propiedad intelectual. En la última ronda, se han limitado a exponer sus desacuerdos. No ha habido una negociación real”, relata ‘t Hoen. “Retrasar las negociaciones ha sido una parte de la estrategia de los países del Norte Global. Ahora la presión de la opinión pública es menor que en la pandemia”, afirma Fanjul.
Pero el partido no se ha acabado. “Los países han visto suficientes avances como para darse dos semanas más para negociar”, constata ‘T Hoen. Su miedo es que se llegue a una victoria exclusivamente diplomática: un acuerdo aguado que no cambie las cosas. “Sería una enorme oportunidad perdida”, afirma.
El fondo: vigilancia a cambio de acceso
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“La propuesta actual tiene problemas de fondo y de forma”, afirma Fanjul. El problema de fondo se enconde bajo el acrónimo PABS (Pathogen Access and Benefit Sharing), o sea: acceso a la información sobre patógenos y participación compartida en los beneficios de esa información.
Hay una gran presión sobre los países en desarrollo para vigilar los patógenos y compartir la información. Pero los países desarrollados no están dispuestos a garantizar, a cambio, el acceso a vacunas, medicamentos, pruebas y otras herramientas.
No se trata solo de levantar las patentes para los países más pobres, algo que ya es posible con las reglas actuales, por medio de las llamadas licencias obligatorias, Sino de transferir el conocimiento necesario para que esos productos se puedan fabricar localmente, y garantizar que haya capacidad para hacerlo en todo el mundo. “Las empresas farmacéuticas no lo quieren de ninguna forma. Rechazan compartir su conocimiento sobre fabricación. Es un gran negocio: las vacunas del covid-19 fueron uno de los fármacos más rentables de la historia”, explica ‘t Hoen.
El borrador actual prevé que la OMS controle tan solo el 20% de los medicamentos y herramientas de diagnóstico, en caso de pandemia. El resto, podrían acumularlo los países a su gusto. “¿Qué cambiaría de manera sustancial con este acuerdo?”, se pregunta Fanjul. Según este experto la UE y EEUU están “capturados por las farmacéuticas”.
La propuesta actual falla también desde un punto de vista formal. Se trata de un acuerdo, no ya de un tratado como se planteó en un inicio. Tampoco se detallan los compromisos de inversión ni se especifica si son obligatorios.
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Fanjul y ‘t Hoen coinciden en que España puede jugar un papel en empujar la Unión Europea hacia una posición menos alineada con los intereses comerciales. “España no tiene una industria farmacéutica propia fuerte. Tiene menos presiones y más margen para hacer lo correcto”, concluye Fanjul.
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