2024-12-08 14:42:00
En Sevilla, tal y como le ocurrió en Vigo, el Barcelona de Flick fue incapaz de gestionar un marcador a favor, emitiendo idénticas señales de desconexión que revelan un evidente cambio de identidad. No es ya el mismo equipo, vigoroso, eléctrico, lleno de dinamismo, atrevido y, además, solvente. Ahora se ha encallado.
Y no solo porque tiene el Madrid acechándole peligrosamente (a dos puntos y con un partido menos el equipo de Ancelotti) sino porque ya no son simplemente indicios sino una tendencia.
Una preocupante tendencia porque el aún líder de la Liga ha sumado tan solo cinco puntos de los 15 últimos posibles, por lo que el “noviembre de mierda”, según el técnico, se ha extendido al inicio de diciembre. No tiene el control ni maneja los partidos con la madurez necesaria.
“Cuando tenemos más control, encontramos mejor la posición. Así podemos hacer pases más rápidos. Hemos ido siempre a remolque en el juego, muy lentos, con demasiados pases largos. Jugar un balón largo es la vía fácil y así no queremos jugar”, aseguró el entrenador alemán en referencia a esos minutos finales en los que su equipo se precipitó, por lo que acabó recibiendo la condena del 2-2.
Y eso ha provocado que hasta Flick, ejemplo de gestión tranquila y serena de los escasos recursos disponibles (solo le ha llegado Dani Olmo y Pau Víctor con respecto a la plantilla que manejaba Xavi), ha perdido esa calma. Y en el Benito Villamarín sufrió la primera expulsión desde que ha llegado al banquillo del Barça. Otro síntoma de que nada es ahora como al inicio.
De manera progresiva, y tras hollar la cumbre con el 0-4 del Bernabeú (26 de octubre), el equipo ha ido dejando de hacer cosas que le hacían distinto. Y, sobre todo, fiable. Desde su obra grande en el Bernabéu, el Barça ha sido, por ejemplo, incapaz de mantener su portería a cero, empezando todo por la segunda parte ante el Espanyol, que le marcó un tanto.
“Lo acepto, pero no quiero que vuelve a pasar”, dijo amenazante Flick. Pues volvió a pasar. La derrota ante la Real Sociedad (1-0), el empate en Vigo (2-2) desperdiciando un 0-2 a favor, la caída en Montjuïc ante Las Palmas (1-2), la primera en su casa, y la igualada del Betis en el tiempo añadido (2-2) certifican el descenso continuado del líder solo salvado por el paréntesis triunfador en Mallorca (1-5).
El Barça no juega bien. Por una razón u por otra, pero no está lucido. Ni siquiera con su mejor once posible, el presentado por Flick Sevilla tiene el control de los partidos. Mal jugó con las ‘vacas sagradas’ (o sea Lewandowski, Raphinha, Pedri y Dani Olmo). Mal estuvo también cuando el técnico, en una decisión sorprendente, retiró en la media hora final, y en dos bloques, a los cuatro. Solo Lamine Yamal, rebelde y desafiante con un fútbol genial, se resistía a claudicar en Sevilla. Él e Iñaki Peña, protagonista de dos paradas descomunales.
“Hemos jugado mal”
Pero ni con eso le basta al Barça para enhebrar el hilo de su juego, que acusa el peso de los partidos, ya que no hay demasiado margen para la rotación. “Hemos jugado mal”, admitió el técnico tras el empate con el Betis. La defensa se recita de memoria. Koundé, Cubarsí, Iñigo y Balde, sometidos los dos centrales a un desgaste físico y emocional que los lleva al límite con la zaga viviendo a 50 metros de Iñaki Peña para activar la trampa del fuera de juego.
Y el conjunto andaluz fue el primero esta temporada en terminar con 0 fueras de juego. El centro del campo aún sufre alguna variación aunque se haya establecido ya la fórmula de Casado-Pedri y Olmo. En el ataque es casi siempre coinciden Lamine-Lewandowski y Raphinha, a no ser que haya lesiones o alguna rotación inesperada como la del polaco en Mallorca.
Flick, quien se lo iba a decir a él, empieza a perder los nervios. “¿La expulsión? No estoy orgulloso de mi mismo”, confesó el entrenador alemán, que se expone a perderse los dos próximos partidos (Leganés y Atlético de Madrid, ambos en Montjuïc) por sanción. “Pensaba que nunca me pasaría, pero no dije nada contra nadie”, añadió luego el alemán indicando que estaba enojado consigo mismo.
“Gritando y gesticulando”
En el acta arbitral, escrita por Muñiz Ruiz, se relatan las claves de esa tarjeta roja. “En el minuto 65 fue expulsado por el siguiente motivo: por salir del área técnica gritando y gesticulando, protestando una de mis descisiones”.
En estos casos lo habitual es que el Comité de Competición imponga dos partidos de castigo, dejando, por lo tanto, a Marcus Sorg, el ayudante de Flick, como el máximo responsable a pie de campo en este final de 2024.
“No quiero hablar de los árbitros”, sostuvo el técnico del Barça. El club sí que piensa y planea presentar alegaciones contra esa tarjeta roja, con un recorrido complicado porque este tipo de recursos legales no suele prosperar.
Y Flick, mientras, se recluye en el vestuario para buscar soluciones a esa inquietante curva descendente de su equipo, capaz como es de manejar los partidos sin dejarse arrastrar por la tentación de lo urgente.
En Pamplona, lugar donde se produjo la primera derrota, optó por una arriesgada rotación masiva. No le salió bien. Pero no cambió. En Mallorca decidió darle descanso a Lewandowski y ni el 1-1 del descanso modificó sus planes.
En Sevilla pensó que era necesario quitar a las cuatro ‘vacas sagradas’ porque “necesitaba piernas frescas” y, además, “estaba pensando en la Champions” asumiendo que su mirado lo llevaba a Dortmund. Y lo hizo sin miedo alguno sin dejarse llevar por la necesidad del momento, agobiado como estaba en el Benito Villamarín. Tenía una hoja de ruta y nada, ni el 1-1 de Lo Celso, de penalti, se lo iba cambiar.
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Ahora, el Barça necesita cambiar. O volver, si puede, a lo que fue en los tres primeros meses de competición.
La caída del Barcelona en sus últimos partidos:
-Real Sociedad-Barcelone (1-0)
-Celta-Barcelone (2-2)
-Barcelone -Las Palmas (1-2)
-Majorque-Barcelone (1-5)
-Betis-Barcelone (2-2)
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