2025-02-17 22:30:00
Largo se le hizo al Barça el camino para recuperar el liderato, y no por los dos meses que se ha pasado con tortícolis, mirando hacia arriba, sino por la ansiedad de 90 minutos que le generó el Rayo. Se sentía obligado el Barça a ofrecer una actuación de autoridad, de solvencia, recuperada la fiabilidad extraviada a golpe de goleadas y la cuajó apuradamente, como lo indica el marcador: 1-0 y de penalti.
Sin la fanfarria de los goles, la hinchada se entregó a los suyos en la agonía final por conservar los tres puntos, con el Rayo dándose prisa por jugar, cosa extraña, aunque sintomática de lo cerca que veía poder apagar la euforia barcelonista por adelantar al Madrid en la tabla, igualados a puntos, por el espectacular balance ofensivo que brilló por su ausencia.
A pesar de haber sido orillado a un lunes, no era una birria de partido; lo revalorizaba el Rayo más que el Barça por su estupenda trayectoria, invencible en los últimos tres meses, en la mejor racha de su historia. Y el Rayo arrancó el desasosiego de los azulgranas, a quienes les costó tragar la densa sopa que le ofreció su adversario y que por poco le causa un corte de digestión con los sustos que le dio.
El gol de Lewandowski desatascó el duelo, ya que despertó la ambición del Rayo. Prevenido al inicio para incomodar al aspirante a líder taponando el centro, cortando sus conexiones, se desplegó con el 1-0, tal que ese cambio de ritmo obedeciera al plan de partido de Iñigo Pérez. La inteligencia con que movió el balón hacia las bandas para desactivar el fuera de juego atarearon al Barça, que tuvo que prestar tanta o más atención en evitar un disgusto que en cerrar el partido.
Llegada la hora de maniobrar con inteligencia, Pedri se puso a gobernar a los suyos para imponer un criterio propio que interesara al Barça. Era necesario ampliar las posesiones pese a la enorme dificultad existente por los duelos individuales que planteó el Rayo. Pedri espabiló a De Jong y mandó en la sala de máquinas del mismo modo que Iñigo Martínez marcó la línea atrás, atentísimo a los cruces y a todos los centros. Incluso para forzar la anulación de un gol al Rayo, que había protestado un penalti no señalado (de Fort a Mumin) y el señalado de Pathé Ciss a Iñigo.
Ocho días después del último partido, en un insólito -por amplio- lapso de tiempo, Flick operó dos cambios en el once titular que respondían a los dos preceptos que caracterizan su forma de obrar. Una reside en que tiene preferencias y no las disimula: alineó a Cubarsí en lugar de Araujo porque le gusta más en su entendimiento con Iñigo y su visión en la ejecución del fuera de juego. La segunda es la aplicación irreductible de la disciplina, y quien llega tarde a una cita no juega. Iñaki Peña vive la condena del banquillo por las dos razones.
Pero las suplencias de Jules Koundé obedecen siempre a sus retrasos en las actividades internas programadas. El rastreo de la página excel lo confirma. Fue expulsado de su propiedad en el lateral derecho en el partido frente al Alavés, el Espanyol -ambos en la primera vuelta- y anoche, ante el Rayo. Las tres veces por repetidos retrasos. Las tres veces que Héctor Fort ha okupado el cortijo del defensa francés y que ha abandonado inmediatamente y no por voluntad propia, sin posibilidad de alargar la permanencia. De vuelta a las preferencias, Flick siente predilección por Koundé.
Con razón. Se notó la diferencia por la conexión existente con Lamine Yamal gracias al hábito de tantos partidos juntos. Una defensa muy adelantada y muy apretada y muy cerrada del Rayo obligó al Barça a llevar el balón a las bandas. A la banda. A la de Lamine Yamal; en la izquierda, el punto de partida era Balde con sus arrancadas lejanas por el espacio que vaciaba Raphinha, el primer y más insistente rematador.
Álvaro, una suerte de moderna pesadilla para los azulgranas (tres goles en ocho partidos) cultivó la añoranza de Koundé por sus frecuentes arrancadas. Acabó entrando Jules ante la deriva de la noche, y Dani Olmo, decisivo en la ida de Vallecas.
Ficha técnica:
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