2024-08-01 14:36:31
Enmanuel Reyes Pla (La Habana, 1992) es vacilón. Juguetea en el ring. Ríe. Habla. Levanta el puño las veces que haga falta. Y golpea duro, muy duro, cuando toca. Mirando al cielo, señalando con las manos hacia arriba, como si buscara a alguien que quisiera escuchar al Profeta, Reyes Pla celebró haberse asegurado la medalla. Para él. Para España, el país hasta donde llegó tras infinidad de peripecias. Su rival en los cuartos de final del peso pesado, el belga Victor Schelstraete, fundido ante la danza del hispano-cubano, no fue capaz de ganarle ni un solo asalto. El boxeo olímpico concede dos medallas de bronce. Pero, ya en semifinales, a disputar el domingo, Reyes Pla se ve capaz de llegar a la cima.
No puede haber mejor carta de presentación que apodarse El Profeta -se lo ha puesto él- mientras dices que vas al ring a “arrancar cabezas” y te conviertes al islam, en un traspaso de creencias como el que hizo Muhammad Ali. “Al final es lo mismo, soy yo mismo, pero con otras reglas”, decía en el pabellón parisino. Este periodista le preguntó por lo que llevaba escrito en las botas. En bolígrafo. “Son frases de la Biblia. Mi abuela me inculcó el cristianismo, y con estas palabras dedico también mis victorias a ella”.
Pero Reyes Pla, desde que huyó de Cuba, no ha podido vivir de las profecías. Tampoco de separar cabezas del tronco. Los martillazos que propina en el ring nunca serán proporcionales a los recibidos en la vida.
Religión y boxeo
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En Cuba el boxeo es religión. No vendría mal recordar el día en que Muhammad Ali, con el Parkinson a cuestas y acompañado entre otros por Gay Talese, acudió a la isla en misión de ayuda humanitaria. Allí le recibió Fidel Castro, al que le hacía gracia que Ali fuera un azote para el gobierno de los Estados Unidos. Estaba encantado el dictador cubano. Pero Ali, que no podía ya apenas hablar, simuló que le daba un puñetazo a Fidel Castro. A cámara lenta. Mientras Teófilo Stevenson, el legendario boxeador cubano y triple oro olímpico (1972, 1976 y 1980), se unía a la ‘performance’ de marionetas junto a la que entonces era su esposa. Ali le regaló a Castro una foto en la que salía paseando con Malcolm X. Le dibujó un corazoncito. Todo eran risas. Pero aquellas historias, aquel romanticismo, aquella mitomanía representada por un Teófilo Stevenson que supo cómo adaptarse al régimen, no la vivió Reyes Pla.
Cuando huyó de Cuba, y sabiendo de la imposibilidad de cruzar fronteras, voló primero a Bielorrusia, país amigo del régimen cubano y desde donde él pensó que podría encontrar la puerta hacia la Europa próspera. Halló la manera de alcanzar Moscú, pero allí no tuvo otra que esconderse en un apartamento durante más de 12 semanas. Se pasaba los días encerrado sin salir junto a un primo, con miedo a que lo descubrieran. Le contaron después que en Austria podría pedir asilo. Lo intentó. Pero al llegar lo mandaron a un campo de refugiados. Volvió a escapar. Y cuando trataba de llegar hasta Francia, lo que se encontró fue que lo encerraban en un centro de reclutamiento para inmigrantes.
La escapada
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“Pero aquello era una cárcel, ni centro ni nada. No podía salir a ningún sitio”, recuerda Reyes Pla, que vivió el final de la escapada cuando le permitieron salir y se compró un billete a Barcelona. No tenía pasaporte, pero se las apañó para llegar. Y desde allí, a La Coruña, donde podría reunirse con viejos familiares, entre ellos su tío. Tenía 26 años. Era 2019. Un año después, y viendo la Federación Española de Boxeo que el equipo nacional podría dar un gran salto de calidad al reclutar a un boxeador al que llevaban años siguiendo en campeonatos, consiguieron que el Gobierno le concediera la nacionalidad por carta de naturaleza.
No ganaba España una medalla en unos Juegos desde hace 24 años, cuando Rafa ‘Balita’ Lozano, ahora seleccionador, tomó la plata en el peso minimosca (-48kg). En Atlanta 96, Lozano ya había conquistado el bronce. Y a este equipo español le quedan también todavía las opciones del propio hijo del Balita, Rafa Lozano Jr., Ayoub Ghadfa y José Quiles.
Quién sabe si Enmanuel Reyes Pla podrá igualar las cimas olímpicas de Teófilo Stevenson, del citado Ali (oro en Roma 1960 como Cassius Clay y antes de deshacerse de su “nombre de esclavo”) o de George Foreman (oro en México 1968).
Por cierto, Enmanuel Reyes Pla, pese a su conversión al islam, continúa teniendo el mismo nombre.
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En París, en un pabellón al lado del aeropuerto Charles de Gaulle, pudo seguir vacilando. Como sólo él sabe y puede hacerlo.
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