2024-08-07 08:47:50
Como en tantas otras ocasiones en Hollywood, tan dado a los fastos y a las historias atractivas sobre la gestación de sus películas, la leyenda se impuso a la realidad y, a través de Peter Biskind, uno de los grandes expertos en los entresijos del cine estadounidense de los 60 y 70, circuló la leyenda: en 1967, Mario Puzo (1920-1999) estaba endeudado con unos gánsteres y logró de un productor de Hollywood un adelanto de 12.500 dólares –debía 11.000– para completar la novela que tenía escrita a medias y que entonces se llamaba ‘Mafia’. El propio Biskind admitió el desmentido de Puzo, pero la historia resultaba fascinante, y más teniendo en cuenta que la novela giraba en torno a una familia mafiosa.
Era un reclamo perfecto para cuando Paramount empezó la producción en 1971 y, tras no pocos problemas de financiación, pactos con la Mafia neoyorquina verdadera y baile de directores e intérpretes –nadie en el estudio quería a Marlon Brando, ni se confiaba en Francis Ford Coppola, ni había consenso con Al Pacino–, ‘El padrino’, la película, se convirtió en un fenómeno artístico y comercial de primera magnitud. Para entonces, a Puzo le daba igual si la gente creía o no que había contraído una deuda con la Mafia.
El escritor no era un jovenzuelo. Tenía 49 años cuando se publicó la novela. Antes había escrito sobre los traumas posteriores a la Segunda Guerra Mundial –‘The dark arena’ (1955)– y en torno a una familia italiana de Nueva York –‘La Mamma’ (1965), que sería llevada a la televisión en 1988 con Sofia Loren de protagonista. Hijo de padre esquizofrénico, Puzo vivió con su madre y sus seis hermanos en la llamada Cocina del Infierno, así que sabía bastante sobre los italianos en Nueva York.
Siempre dijo que algunos de los valores sobre la familia y las relaciones paterno y materno filiales vertidas en las páginas de ‘La Mamma’ fueron esenciales para diseñar el ecosistema de los Corleone en ‘El padrino’. No conocía a ningún gánster, aunque sí el mundo del juego: Puzo participaba regularmente en timbas de póker. La leyenda, en el fondo, se había quedado corta: debía 20.000 dólares, pero a familiares, prestamistas y bancos. Se documentó bien y encontró en Alfonso Tieri, un capo napolitano, el modelo para su Corleone. Y de esa documentación, más sus raíces italianas y la experiencia en el juego, surgió una novela que respiraba verosimilitud.
Puzo tuvo claro desde el principio lo mismo que asumiría Coppola al adaptar la novela: mostrar sin cuestionar. La historia tiene un planteamiento ambivalente desde una perspectiva moral, algo que una determinada parte de la crítica, tanto la literaria como la cinematográfica, cuestionaron en su momento. Ese fue el motivo por el que, en ‘El padrino, parte II’, Puzo y Coppola mostraron signos de rechazo hacia determinados comportamientos de Michael Corleone y los suyos.
Pero Vito Corleone era otro asunto. El gran patriarca. El hombre hecho a sí mismo. El mafioso tradicionalista: tráfico de alcohol y de armas, asesinatos y chantajes, pero nada de drogas. “A todo el mundo le gustaría tener alguien a quien acudir en busca de justicia”, diría Puzo en una entrevista. Así es presentado Don Corleone, como alguien que administra justicia dentro de lo justo que puede ser un criminal.
Las bases
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‘El padrino’ sentó las bases de lo que después, con estilo distinto, harían Martin Scorsese en ‘Uno de los nuestros’, David Chase en ‘Los Soprano’ o Don Winslow en su reciente trilogía literaria de las ciudades: explicar la vida de un mafioso que por la mañana desayuna con su esposa e hijos, por la tarde cuida de sus nietos y por la noche ordena una matanza. La novela es una crónica familiar. Que sean mafiosos suponía un mayor atractivo para el público.
En los primeros borradores se intuía algo distinto, lo que motivo que los ejecutivos de Paramount, en una decisión muy poco habitual, financiaran el proceso final de escritura de la novela pensando ya en su adaptación a la pantalla. Puzo aún no la había acabado y ya sabía que iba a convertirse en una película. De ahí, también, la prosa algo más popular que impuso en la versión final de 608 páginas. Después diría que le hubiera gustado escribirla mejor.
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El resto es historia: 9 millones de ejemplares vendidos en los dos primeros años, tres películas de Coppola y otras novelas mafiosas de Puzo como ‘El siciliano’, ‘El último Don’ y ‘Los Borgia’, esta última publicada después de su muerte. Cerraba con ella el círculo, pues el clan Borgia fue fuente de inspiración para el clan Corleone.
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