2024-06-23 09:00:06
La corriente atlántica (el movimiento oceánico que lleva el calor del sur al norte) va a colapsar de forma inminente y Europa se enfrenta a una nueva edad del hielo: así lo anunciaron en las últimas semanas medios y perfiles de redes sociales españoles. Esa catástrofe ya se anunció otras veces. “Cada seis meses hay que desmentir la noticia del colapso”, lamenta Céline Heuzé, climatóloga de la Universidad de Goteburgo (Suecia) y crítica de esa hipótesis.
Ese escenario es una arma arrojadiza para los negacionistas y “retardistas” (centrados en aplazar la acción climática), que insinúan que el enfriamiento arreglará los efectos del cambio climático. “Algunas de las cosas que se han escrito recientemente en España no son realistas”, afirma Susanne Ditlevsen, investigadora de la Universidad de Copenhague, autora de un estudio que apoya la idea del acercamiento del colapso. El relato se parece más a la película “El día de mañana” que a la evidencia científica.
Todo por un tuit
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El reguero de anuncios alarmistas se remonta a un tuit del 4 de junio del climatólogo alemán Stefan Rahmstorf. El experto se refería a señales de un potencial parón en un movimiento de aguas en el Atlántico del Norte, que contribuye a la corriente atlántica. Rahmstorf dejó claro que en ningún caso implicarían el colapso completo de la corriente atlántica.
Esta corriente (llamada AMOC, en términos técnicos) circula en la superficie del Atlántico, llevando calor del Sur al Norte. En las regiones polares, se enfría, se hunde y vuelve hacia el Sur. Este mecanismo mitiga el calor de diversas zonas del sur del mundo y suaviza el frío del Norte de Europa. El cambio climático podría afectarle. Al derretirse los hielos de los glaciares y de Groenlandia, cada vez más agua dulce se vierte al océano, modificando su salinidad. Este cambio de densidad dificulta que el agua se hunda. En teoría, si todo continua así, la cinta transportadora de la corriente atlántica se ralentizaría y hasta podría llegar a pararse: esto sería el temido colapso.
¿Hay señales de colapso?
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El sistema para medir directamente el movimiento de la corriente atlántica, llamado RAPID, lleva en función desde hace 20 años. “Por debajo de los 30 años de medidas no se pueden sacar conclusiones”, afirma Heuzé. “Hay cierto debate sobre el estado de la AMOC, pero hay señales de que se ha debilitado desde los años ‘50”, apunta René Van Westen, investigador de la Universidad de Utrecht, autor de trabajos que apuntan a un futuro colapso de la corriente. Esas señales se basan no en medidas directas, sino en análisis de indicadores indirectos, como registros históricos de la temperatura de la superficie del mar. c
Luego están los resultados de los modelos. Estas simulaciones del clima futuro han arrojado en diversas ocasiones escenarios en los cuales la AMOC colapsaría entre ahora y finales de este siglo. “Cada modelo tiene una aproximación distinta a la realidad, con sus fuerzas y debilidades, y no siempre concuerdan. Hay pocos modelos que han estudiado que pasaría si la AMOC colapsa. Tienen un gran valor, pero hay que tomarlos con cautela”, afirma Ditlevsen.
Por ejemplo, Heuzé afirma que no está demostrado que Groenlandia esté soltando agua dulce en cantidad suficiente como para parar la corriente. Van Westen, al contrario, cree que si de algo pecan los modelos es de optimistas, por las aproximaciones que hacen. “Incertidumbre” es la palabra que los pone de acuerdo.
No habrá glaciación
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Lo que todos excluyen es la glaciación de Europa. “El último colapso de la AMOC ocurrió a la salida de la última edad del hielo. No se puede comparar con la situación actual”, afirma Ditlevsen.
El rígido clima de Norteamerica sería una comparativa mejor que la glaciación. Pero tampoco están claros los detalles de ese enfriamiento. “El norte de Europa tendría una temperatura más fría en promedio. Un modelo específico ha encontrado que habría menos diferencias de temperaturas en el sur de Europa”, explica Ditlevsen. A ello habría que sumarle el incremento general de la temperatura, debido al cambio climático, que podría compensar el efecto en según qué sitio.
El enfriamiento no salvaría a Europa de otros efectos del cambio climático: veranos ardientes, cambios en las precipitaciones, aumentos del nivel del mar etcétera. Y el sur del mundo se llevaría la peor parte, al perder un mecanismo para deshacerse de su calor.
Si la humanidad sigue emitiendo sin parar, probablemente algún día la AMOC acabará colapsando. “Un colapso no se podría revertir en generaciones”, advierte Ditlevsen. El proceso podría ser repentino o gradual – lo que quizás daría algún margen de reacción. “Si mantenemos el calentamiento debajo de los dos grados respecto a los niveles preindustriales, podemos prevenirlo”, afirma Van Westen.
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Aunque el colapso fuera inminente, el enfriamiento tardaría décadas en presentarse y no arreglaría el desaguisado del cambio climático. Por ello, los expertos advierten que no sería sabio dejar las políticas de adaptación, especialmente la preparación frente a años de más calor en el Sur de Europa. “Estamos gastando energías en debatir sobre la AMOC, y esto está ofuscando problemas más urgentes. Entre ellos, el corazón del asunto: que seguimos bombeando toneladas de gases en la atmósfera”, concluye Heuzé.
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