2025-02-08 11:19:00
Los ecuatorianos acuden este domingo a las urnas para elegir presidente y renovar las legislaturas en medio de la apatía, la desconfianza hacia las instituciones y el temor a una muerte azarosa debido a la severa crisis de seguridad. Daniel Noboa aspira a una reelección que tiene en la correísta Luisa González a su principal rival. La última encuesta le otorga al candidato de la oficialista Acción Democrática Nacional (ADN) una intención de voto con el 47.1%, contra el 39,5% de la abanderada de Revolución Ciudadana, Luisa González. Andrea González y Leónidas Iza, representante del movimiento indígena, no superan los cinco puntos de adhesiones. La otra decena de competidores es mucho más testimonial: de desempeñan como extras de una película que parece tener final cantado. Para imponerse en el primer turno se requiere el 40% de los sufragios válidos y una distancia de diez puntos porcentuales sobre el segundo. Si Noboa no llega a ese número, los analistas consideran que en la segunda vuelta del 13 de abril volverá a reunir detrás de su controvertida figura a todos los ecuatorianos que aborrecen al expresidente Rafael Correa, actualmente en el exilio, y no admitirían que González gobierne en su nombre. La agitación de ese fantasma es la bala de plata que se reserva el oficialismo en caso de no conseguir su objetivo el 9 de febrero.
El anticorreísmo es una bandera que el Gobierno y los medios hacen flamear a cada instante. El sentimiento cala en un sector de una sociedad desigual y temerosa que, desde la asunción de Noboa en noviembre de 2023, ha sido testigo del aumento del poder de fuego de las bandas de narcotraficantes, padeció la eliminación del subsidio a la gasolina, una crisis energética que dejó a los hogares a oscuras buena parte del pasado año y, como si se tratara de un culebrón con aires de comedia, presenció las riñas entre Noboa y la vicepresidenta, Verónica Abad, a quien destituyó en los hechos pero la Corte Constitucional repuso en su cargo que, pese al dictamen, no ejerce.
Falta de entusiasmo
Casi 13,7 millones de ecuatorianos tienen en sus manos el destino de la presidencia y la conformación de la Asamblea Nacional (Parlamento). Unos 400.000 viven en el exterior. Los votantes en España se acercan a los 180.000. Las elecciones en ese país donde un 25 % de las se encuentran en la pobreza y, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), ganan 91,55 dólares al mes, tienen la marca de la sospecha. Un reciente estudio del Observatorio de Comunicación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) da cuenta que el 68 % de los entrevistados no confía en los organismos de control de la contienda y solo el 19,8 % cree en los resultados oficiales. La desconfianza en las instituciones es alta. Un informe de 2023 revela en cambio que las Fuerzas Armadas tienen una aceptación del 63%.
Noboa ha alternado el proselitismo y la gestión. El último tramo de la campaña coincidió del comienzo de la ola de deportaciones del presidente norteamericano, Donald Trump. El presidente encontró una razón más para propagar su nombre en las publicidades desde el momento que comenzaron a aterrizar en Quito las primeras decenas de ecuatorianos expulsados de Estados Unidos. Noboa prometió no solo “abrazarlos” sino darles 470 dólares durante tres meses para que puedan cubrir sus necesidades hasta reintegrarse a una economía que se contrajo en 2024. “Aquí, juntos, construiremos un país que pueda ser lo que ustedes salieron a buscar. Aquí cuidamos de los nuestros. Bienvenidos al Nuevo Ecuador”.
La respuesta del correísmo
Le candidat de Correismo, Luisa González, à la fin de la campagne, ce jeudi à Guayaquil. / CARLOS DURÁN ARAÚJO / EFE
González, en tanto, ha llamado a “resistir” al “neoliberalismo” en la fase juvenil que encarna un presidente adicto a las redes sociales. Ella ha puesto énfasis en propuestas como la construcción de viviendas, carreteras, hospitales y, también, nuevas cárceles para enfrentar a un narcotráfico que en pocos años no solo ha dominado prisiones y territorios urbanos, sino que se metió en el corazón del Estado, en los tribunales, las aduanas y hasta la justicia. Pero, sobre todo, la aspirante de Revolución Ciudadana se presentó ante los ecuatorianos como la garante del retorno de los tiempos en los que el país carecía de los actuales niveles de violencia y había detenido el éxodo hacia el exterior gracias a la bonanza emanada del petróleo y otros productos primarios exportables. El buen recuerdo de un sector de la sociedad no ha alcanzado en los dos últimos comicios para facilitar un cambio de orientación política. González ha oscilado entre la reivindicación de esos “años felices” y la necesidad de mostrar grados de independencia del expresidente. Para Ramiro Rivera Molina, columnista del diario ‘El Comercio’, la candidata tiene “un techo denso y duro” y es “la repelencia que genera el caudillo que aplaude a las dictaduras de (Nicolás) Maduro, (Daniel) Ortega o (Miguel) Diaz-Canel”. Andrés Arauz, el número dos del correísmo, no solo ha denunciado una campaña de difamaciones que ha incluido el uso de la inteligencia artificial para asociar los colores de las vestimentas de González con los de las bandas de delincuentes sino el peligro de la manipulación del escrutinio dominical.
La crisis de seguridad
El narcotráfico ha transfigurado a Ecuador. La realidad pone en entredicho el triunfalismo presidencial sobre un futuro victorioso en la “guerra” contra el crimen. En enero de 2024, Noboa había declarado el “estado de conflicto armado interno” después de que se fugara de una cárcel de máxima seguridad José Adolfo Macías Villamar, alias Fito, el líder de Los Choneros, el grupo narcotraficante más peligroso de ese país. Las 22 bandas narcos fueron consideradas grupos terroristas. Un año más tarde, las cifras son desoladoras. El Ministerio del Interior y la Policía Nacional reportó que hasta el 26 de enero de 2025 se registraron unas 658 muertes violentas por cada 100.000 habitantes en el país, un 56 % más que en 2024, lo que se traduce en un asesinato por hora. A pesar de semejante naturalización de la muerte, los ecuatorianos todavía sienten que todo puede ser peor. La reciente historia de cuatro niños que volvían de jugar al fútbol y nunca llegaron a sus casas del sur de Guayaquil todavía provoca estremecimientos al evocarla. Los sucesos del 8 de diciembre terminaron por esclarecerse: las víctimas fueron detenidas por 16 militares que los vejaron y torturaron. Sus cuerpos flotaban en un río cuando los encontraron la pasada Navidad. Era cuatro cuerpitos calcinados.
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