2024-05-11 13:24:10
El futuro climático llegó a Brasil con sus señales catastróficas en Río Grande del Sur. Las imágenes de un estado bajo las aguas, con alturas de más de cinco metros, han sido tan elocuentes que dejaron sin habla a un país. Algunas autoridades apenas balbucearon palabras dramáticas mientras se contabilizaban las víctimas fatales de las lluvias e inundaciones, unas 110, los 374 heridos y 136 desaparecidos que pueden engrosar la lista de muertos, los 1,5 millones de personas afectadas, 400.000 casas sin electricidad. Todo ha sido tan devastador como, en un punto, esperado por los ambientalistas.
La reciente megaanegación supone para los científicos un punto de inflexión y el anuncio de que todo será peor. “Las tragedias climáticas en Brasil están ocurriendo antes de lo previsto”, reconoció el destacado climatólogo brasileño Carlos Nobre. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) contemplaba una serie de fenómenos brutales como sequías e inundaciones para 2030 o 2040. “Esto está ocurriendo mucho antes”. Nobre fue uno de los redactores del informe del IPCC de 2007, que ganó el Premio Nobel de la Paz, junto con el exvicepresidente de Estados Unidos Al Gore. Las previsiones deben ser revisadas a la luz de los últimos acontecimientos.
Las calamidades se aceleran, y Río Grande es la prueba material de sus efectos. El informe 2023 del IPCC ya había establecido una relación entre las fuertes lluvias y el cambio climático. Thelma Krug, quien desempeñó durante siete años el cargo de vicepresidenta de ese organismo, señaló que las ciudades bajo el agua, con calles transitadas por botes, canoas y neumáticos flotadores, “confirman algo que venimos diciendo desde hace mucho tiempo: que además de la variabilidad natural que lleva a eventos extremos, hay una contribución o influencia humana”. Y añadió: “desgraciadamente, existe una probabilidad muy alta de que estos hechos vuelvan a producirse de forma más frecuente e intensa“.
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Proyecciones escalofriantes
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Las empresas de Porto Alegre, la capital estatal, Urbideias y Versa urbanismo, de paisajismo y arquitectura, superpusieron el mapa de la superficie inundada de Río Grande a las extensiones de las 10 ciudades más importantes de Brasil: San Pablo, Río de Janeiro, Brasilia, Fortaleza, Salvador, Belo Horizonte, Manos, Curitiba, Recife y Goiânia.
El ejercicio de proyección es escalofriante: no solo porque estableció una dimensión territorial de lo ocurrido, sino que representa una cartografía de lo que podría sucederle a todos esos distritos. El Instituto de Investigaciones Hidráulicas (IPH) calculó por su parte que si en vez de Río Grande el agua hubiera avanzado con la misma voracidad en la capital paulista, el principal distrito brasileño, donde viven millones de personas, tendría ya sumergidos buena parte de sus grandes barrios.
Los especialistas coinciden en que las fuertes precipitaciones que afectaron a Río Grande pueden ser explicadas por la presencia de una masa de aire cálido sobre la zona central del país, que bloquea el frente frío de la región sur y provoca las intensas lluvias. A eso hay que sumarle el impacto de ‘El Niño’, responsable del calentamiento de las aguas del Océano Pacífico, pero también la deforestación a gran escala, que ha generado un aumento de la temperatura de la superficie y reducido la cantidad de lo que se conoce como evapotranspiración: el retorno del agua a la atmósfera.
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Falta de previsiones
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“La solidaridad es una cosa excepcional, creo que si algún día tienen que dar un Premio Nobel de la solidaridad al pueblo de algún país, no tengo ninguna duda de que el pueblo brasileño recibirá ese premio. Porque es un pueblo muy solidario y generoso, a pesar de que algunas minorías sean tan perversas como ellos”, dijo el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, sobre las escenas de altruismo de miles de personas.
Pero lo que también ha quedado en evidencia los últimos días es la escasa o nula capacidad para prevenir semejantes episodios. En una reciente editorial, el diario paulista ‘Folha’ recordó que existe en ese país “una larga tradición” capaz de habilitar a los Gobiernos regionales a recibir dinero de manera urgente para enfrentar los hechos, pero una vez consumados. “Lo que debería movilizar la atención es la falta de preparación y organización de los poderes públicos y de la sociedad para salvar vidas y mitigar daños materiales en estos episodios frecuentes en Brasil”.
Según ‘Folha’, “no haría falta un cambio climático o variaciones cíclicas de la temperatura del Océano Pacífico para declarar el sur del país zona de riesgo de inundaciones y deslizamientos”. A lo largo de Río Grande e incluso el estado de Santa Catarina, hay “un gigantesco canal de flujo de agua expuesto a las tormentas” que debería enfrentarse como lo hacen Japón y Chile con los terremotos y tsunamis.
Negacionismo y negligencia
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Las tragedias pasan, y todo sigue en el mismo punto de la impotencia. No ha sido casualidad que el 68% de los brasileños dijeran a la consultora Genial/Quaest que las autoridades ejecutivas de Río Grande tienen mucha responsabilidad en la catástrofe. El movimiento ecologista recordó al respecto que el gobernador, Eduardo Leite, cambió cerca de 480 normas del Código Ambiental durante su primera gestión, iniciada en 2019 en coincidencia con la era del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Se le ha reprochado a Leite haber acompañado de manera acrítica a Ricardo Salles, el ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro, principal opositor a que Brasil firmara el Acuerdo de París. A comienzos del presente siglo, Río Grande había sido pionera en la legislación ambiental. Leite, dijo el director científico de la Asociación Gaucha de Protección del Ambiente Natura, Francisco Milanez, no solo “destruyó” lo que se había hecho, sino que “huyó” al debate que reclamaba la sociedad.
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“Lo que está ocurriendo en Río Grande del Sur es la combinación de un evento climático extremo con la negligencia y el negacionismo climático”, dijo la diputada federal de izquierdas, Fernanda Melchionna. La ultraderecha se negaba por estas horas a aceptar las evidencias. El diputado bolsonarista, Giovanni Cherini, suele hablar del “gran engaño” del calentamiento global. Las imágenes sobre las inundaciones que han circulado en la televisión y las redes sociales no han logrado conmoverlo. “¿Están seguros de que es el efecto invernadero y el calentamiento global? ¿Si ocurrió algo así en 1941?”, dijo el legislador, sobre aquel dramático acontecimiento que ha sido sobrepasado por la reciente inundación. El cambio climático, insistió Cherini, “es un gran bulo que se están inventando en el mundo”, en particular en “los países ricos” para perjudicar al negocio del agro brasileño.
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