2024-03-01 02:32:08
El Athletic afrontará el 6 de abril su séptimo intento de levantar una Copa del Rey desde que lo logró por última vez hace 40 años. Los ‘leones’ se han metido en la final de una competición que no gana desde 1984, tras ganar al Atlético de Madrid (3-0).
Enfrente tendrán a un Mallorca que se ha ganado el derecho a jugar la final, dejando atrás a Girona y Real Sociedad y que busca levantar el título once años después. De eso se encargará el ‘Vasco’ Aguirre, de sangre vizcaína y cuya familia es aficionada del Athletic. Si, de ese Athletic, al que el fútbol ha puesto el título de peor finalista de la Copa, tras haber perdido las seis últimas finales que ha jugado. La historia de un camino lleno de derrotas, de llantos y de intentos frustrados. Cuatro décadas detrás de un mismo objetivo: volver a ganar la Copa del Rey. Motivos no le faltan para creer que este será el año, pues el vértigo y la efectividad de los Williams se ha encargado de añadir en la lista suficientes argumentos para creer que a la séptima va la vencida.
No hay nada más puro y leal que una conexión de hermanos. Y, si eso se extrapola al terreno de juego, solo pueden salir destellos dorados como los que han salido a relucir este jueves en la semifinal de la Copa en San Mamés. Una semifinal con aura de final. Se vivía desde el minuto uno una sensación de incertidumbre, pues la experiencia copera de los locales les hacía bien conocedores de la delgada fina que existe a estas alturas cuando los aspirantes a la gloria se citan con un resultado tan ajustado. Había que ganar. Y de eso se encargaron los Williams.
Los Williams incendian San Mamés
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Once minutos habían pasado cuando, tras unos primeros compases intensos por parte del Atlético, Nico se sacaba un magnífico centro sobre la línea de fondo donde encontraba a Iñaki en el segundo palo, el cual ejecutó una potente volea para superar la estirada de Oblak. La magia había comenzado.
Ya avisó Nico a la afición del truco que estaba cociéndose en su interior cuando lanzó un balón en el 26 que pasó muy cerquita del palo derecho. Cedido, por supuesto, por su mejor pareja de baile: su hermano Iñaki.
Entonces, al borde del final de la primera mitad, ambos se intercambiaban el rol de asistente y goleador y el mayor de los Williams entregaba a Nico la llave que abre cualquier puerta. Se sacó de la chistera un regate que rompió a Mario Hermoso para poner el pase de la muerte en el área, donde Nico empujó al fondo de la portería para hacer el 2-0.
La efectividad del Athletic desafía toda lógica
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Para bloquear los intentos de reacción del Cholo no solo estaban los hermanos de moda, también los aficionados. Los de Valverde llevaban desde hace tres semanas, cuando ganaron 0-1 en el Metropolitanopreparando las gargantas para hacer rugir al león que llevan dentro. “Que bote San Mamés”, se escuchó aquella fría noche en Madrid. Y vaya si lo hizo. De hecho, a pesar de los accidentes con los ultras que empañaron la previa, se logró un récord de asistencia en ‘La Catedral’. Nunca se habían superado los 52.000 espectadores en San Mamés en un partido de fútbol y en esta semifinal hubo hasta 52.061.
Lo lógico era salir en la segunda mitad con una mentalidad más estructurada y defensiva, para mantener el 3-0 del global y asegurar la plaza en la final. Pero el fútbol desafía cualquier pensamiento racional y el Athletic salió moviendo el balón con transiciones rápidas y robos en el centro del campo ante una débil zaga atlética. Nico fue una vez más el vidente que con su bola mágica adivinaba el futuro. Así, en el 49 se quedaba solo ante Oblak, pero cedía a Guruzeta, que la mandaba a la grada. Le decía el delantero a su compañero que despertase. Dicho y hecho, pues 14 minutos después apareció de nuevo el atacante, que había hecho los deberes y solamente la tuvo que empujar para hacer el tercero tras un rechace que despejó Oblak. San Mamés se venía abajo.
No bajaba los brazos ni las ganas del doblete el pequeño Williams, que la volvió a tener en el 71. Diez minutos después, Valverde decidía cortar la inexpugnable conexión entre ambos con el cambio de Iñaki por Berenguer, que se marchaba con una ovación de gala. A pesar de ello, el Atlético tiró de orgullo, pero era demasiado tarde, porque los locales supieron resistir. Agirrezabala bloqueaba con una gran parada el intento de Memphis y De Marcos veía la amarilla tras una dura entrada a Morata que se quedaba solo en el pico izquierdo del área. El fin justifica los medios debió pensar el defensa. En los últimos minutos, el portero copero del Athletic demostró que le sobran motivos para ser titular en esta competición, parando un balón de Riquelme desde el segundo palo con una gran estirada del guardameta.
Porque esta noche era el día para resarcirse. Ambos eran conscientes y así lo hicieron saber tras el partido. “Era importante abrir el marcador. Le he pegado con toda la ayuda de San Mamés, ha sido increíble. Ha salido todo redondo, Nico y yo no pudimos disfrutar el año pasado de una semifinal, se nos quedó la espina y nos hemos podido resarcir“, señalaba Iñaki. “Los hermanos nos entendemos muy bien, ojalá seguir así, vamos a celebrarlo con todos”, decía Nico.
En definitiva, el Atlético hizo cosas bien, sí. De ahí la rabia del Cholo, al que se le escapaban las lágrimas tras la final. Pero la realidad es que el Athletic las ejecutó mejor, con más juego, intensidad y goles. Debieron aprender los Williams esta persistencia de sus padres, que llegaron a Bilbao desde Ghana, cruzando parte del desierto del Sáhara en un viaje en el que muchos se quedaron por el camino para darle a sus hijos un futuro mejor. Y como la vida pone a cada uno en su lugar, ambos se convirtieron por esfuerzo, trabajo y sobre todo, goles, en los héroes de un Athletic que este jueves ha rugido como nunca antes.
Tres goles entre ambos hasta ahora
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Hasta hoy, solo habían conectado tres veces esta temporada, con dos goles para Iñaki y uno para Nico. Si había día para desafiar a la estadística era este. Con ambos en el once, los hermanos han sido letales en todas sus llegadas, con dos definiciones aptas solamente para las estrellas a las que el destino había bendecido.
‘A Sevilla’ cantaban los aficionados. Los mayores y los más pequeños. Y es que los rojiblancos más veteranos saben que pueden estar ante su última oportunidad para volver a ver a su equipo levantar un título. Y los jóvenes sueñan con ver a los suyos levantar la Copa por primera vez. Porque sí, porque este es el sueño de toda una generación que creció oyendo a sus abuelos hablar de la Gabarra. Pero que nunca han visto con sus propios ojos. Porque los Williams arrollaron a todo un Barça, a todo un Atlético y ahora van a por el Mallorca. A levantar su 24ª Copa del Rey. A la séptima va la vencida. El fútbol se lo debe.
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