2025-03-10 08:30:00
Europa vive un cambio de paradigma. De una visión del mundo multilateralismo basada en los intercambios comerciales y diplomáticos está pasando a marchas forzadas a otra basada en las garantías de seguridad y la disuasión militar. “No podemos ser un herbívoro en un mundo de carnívoros”, en palabras del ex jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Eso se está plasmando en una plétora de planes acelerados para mejorar las Fuerzas Armadas de los 27 y para relanzar la industria armamentística en la Unión Europea. Lo ha puesto en palabras solemnes este miércoles el presidente francés Emmanuel Macron, jefe de Estado de la única potencia con armas nucleares de la UE: Europa debe despertar de “la edad de la inocencia que comenzó con la caída del muro de Berlín” y evitar que su futuro “se decida en Washington o Moscú”. Estados Unidos ya no es un socio fiable. París se ofrece, incluso, a convertirse en el paraguas nuclear de la UE. Alemania ya se ha alineado también. “Haremos lo que haga falta”, ha dicho el canciller electo Friedrich Merz. El español Pedro Sánchez insiste en que hay que elevar los mecanismos de seguridad a la categoría de “Bien Público Europeo” y lanzar fondos comunes para comprar armamento. Bruselas quiere movilizar 800.000 millones de euros en diez años para ello. Todos quieren armarse hasta los dientes para que Vladímir Putin no piense siquiera en atacar Moldavia, Polonia o los Bálticos si consigue rendir a Ucrania.
Este frenesí militarista se está lanzando sin debate público, por la contumacia de los hechos sobre el terreno. La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha dejado perplejos a sus aliados, y los ha activado. La opinión pública comparte esa desazón. Pero, cuando la discusión llegue a los presupuestos, surgirán dudas. Sobre todo dos: ¿hay que reducir el estado del bienestar (welfare) para aumentar el estado de guerra (warfare), como sugiere el Financial Times? Los estudios demuestran que hay una relación negativa entre el mayor gasto militar y la calidad de sus sistemas de salud y educación pública, según el Instituto de Economía y Paz de Sídney. La segunda es, si hay más armas, ¿habrá más guerras?
Más armas, ¿más disuasión o más guerras?
A principios del siglo XX, los imperios de Reino Unido y Alemania se embarcaron en una carrera armamentística naval. Londres, preocupado por el rápido aumento del poderío alemán en los mares, se lanzó a construir buques de la clase Dreadnought. Aquella carrera concluyó con el estallido de la I Guerra Mundial, que se saldó con unos diez millones de muertos cuatro años después. La siguiente pugna armamentística se produjo dos décadas después en Alemania: Adolf Hitler, con un poderío bélico sin precedentes, se lanzó a la conquista de Europa.
28/01/2025 Donetsk, Ukraine: soldats d’infanterie ukrainiens / Europa Press/Contacto/Madeleine / Europa Press
El caso opuesto es el de la Guerra Fría. Se produjo la mayor carrera armamentística que jamás ha conocido la humanidad, en particular con el desarrollo de arsenales nucleares de miles de cabezas atómicas que podrían destruir varias veces el mundo. Esa guerra terminó sin un enfrentamiento directo entre los contendientes, la Unión Soviética y Estados Unidos. Pero generó una ola de enfrentamientos indirectos en llamadas “guerras proxy”, como las de Corea, Vietnam o Afganistán.
“Ese es el riesgo que vemos también ahora: el aumento del gasto militar en el mundo puede que no lleve a la guerra entre los tres grandes potencias militares, EEUU, China y Rusia, pero sí puede hacer aumentar los conflictos en el mundo”, opina en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Dan Smith, director del Instituto Internacional de Investigación por la Paz de Estocolmo (SIPRI). “Se produce una confrontación aumentada, en la que la comunidad internacional se divide y es incapaz de actuar y la ONU juega un papel más reducido en resolver o gestionar los conflictos, algo que fue clave para la paz de los noventa y los primeros años de este siglo. Esa confrontación lleva a la carrera armamentística, esta a riesgos bélicos y a una atmósfera agria de confrontación que, a su vez, reduce la capacidad internacional de pacificación”.
Militarismo en auge, gasto en caída
El mundo gasta en Defensa alrededor de 2,5 billones de euros en estos momentos. El grueso, 850.000 millones, proviene de Estados Unidos. Europa desembolsa alrededor de 400.000 millones. China, unos 300.000 millones. Rusia, cerca de 100.000. A pesar de estas cifras astronómicas, la realidad es que el gasto militar ha caído de forma sostenida desde el pico de la Guerra Fría, hasta aproximadamente la mitad en porcentaje de gasto público. Si en 2000 era del 10%, en 2022 cayó hasta el 7,5%. Pero la invasión rusa a gran escala de Ucrania, sumada a la guerra en Oriente Próximo y los choques en el mar de China han cambiado la tendencia.

06/12/2022 Zaporizhzhia, Ukraine: un soldat ukrainien / Celestino Arce Lavin / Zuma Pres / Europa Press
“Los datos muestran que estamos en una nueva era de militarismo. Los indicadores militares (entre otros, el gasto militar, los stocks de armas personales y vehículos de combate, y el volumen de importación de armamento) se han deteriorado globalmente en el último año: 108 de 163 países analizados en nuestro Índice de Paz Global se han militarizado más”, aporta Michael Colins, del Instituto para la Economía y la Paz (IEP). “La erosión de los mecanismos multilaterales, combinada con la creciente militarización aumenta la probabilidad de un gran conflicto armado, incluída Europa: hay una profundización en la división entre las grandes potencias, que se aprecia por ejemplo en la caída de las resoluciones del Consejo de Seguridad y el aumento drástico de los vetos.
El número de conflictos ha aumentado progresivamente en los últimos 15 años. Hay ahora 60 conflictos abiertos que involucran a unos 90 países. Y hay otro cambio fundamental. Mientras que durante la Guerra Fría el 75% del gasto militar lo concentraban los países fuertes, los del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, China, Rusia, Reino Unido y Francia), ahora está más repartido y estos solo representan el 50%. Más actores, más armados, más conflictos fronterizos. El uso de los drones de guerra, por ejemplo, ha permitido a potencias medias proyectar más poder, lo que complica la resolución de conflictos.
Mecanismos de control de conflictos
En este contexto, ¿cómo evitar que el aumento de las armas derive en más conflictos? Al belicismo de Rusia, el incremento de capacidades militares de China o la retórica belicista del Estados Unidos de Donald Trump se le debe contraponer el modelo de las potencias intermedias, apunta Dan Smith: la Unión Europea, Brasil, Japón, Sudáfrica, entre otros, pueden tratar de desempeñar un papel diplomático, gestionando planes de paz. Es lo que están haciendo los líderes europeos: mientras se arman, promueven un plan alternativo de paz para Ucrania frente a la rendición de facto que propone Washington.
El Estados Unidos de Donald Trump ha decidido dinamitar el orden internacional vigente. Ha sacado al país de organismos internacionales como Organización Mundial de la Salud, consejo de derechos humanos de la ONU y el Acuerdo del Clima de París. Negocia con Rusia sobre Ucrania sin Ucrania o con Israel sobre Palestina sin Palestina. En ese contexto, las potencias medias deben esforzarse impulsar los esfuerzos para reformar y fortalecer Naciones Unidas, opina Michael Collins. “El indicador de misiones de paz de Naciones Unidas ha mejorado en mayor o menor medida desde 2008, lo que muestra que, a pesar de los desacuerdos, los países continúan valorando el papel de la cooperación internacional en la solución de conflictos”, opina. Sugiere también invertir en la llamada Paz Positiva: las actitudes, instituciones y estructuras que crean y mantienen la paz dentro de las sociedades.Y mejorar los mecanismos de resolución de competición por recursos: en las regiones propensas al conflicto, la competición por los recursos incrementan la tensión. Desarrollar mecanismos equitativos de compartición de recursos ayuda a reducir las posibilidades de deflagración.
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