2024-06-24 21:08:30
“Cuando por fin pude ver a mi familia en la grada mi hijo estaba durmiendo en brazos de mi madre. Pensé en cómo es la vida: el padre había vivido uno de los momentos más felices de su vida y el hijo estaba durmiendo plácidamente. Sentí el contraste de la vida“, ríe Albert Rudé (Ripoll, 1987). Su hijo, de tres años, se despertó, bajó al verde y le preguntó por el confeti. Que qué era. Jugó más con el confeti que con la medalla que acreditaba a su padre, ya extécnico del Wisla Cracovia (se desvinculó el pasado 31 de mayo y ha sido sustituido por el polaco Kazimierz Moskal), como ganador de la Copa polaca.
Lo que de normal sería el enésimo título para uno de los grandes clubes de Polonia, para el equipo que logró derrotar por primera vez al Barça de Pep Guardiola, se recordará como una gesta porque el Wisla no alzaba una Copa desde 2011 y sobre todo porque juega en segunda división desde 2022, lastrado por problemas económicos que aún se sufren.
Rudé, antes asistente en México (Pachuca y Monterrey) y el Inter Miami, recaló en Polonia el pasado invierno para vivir su tercera experiencia como técnico tras pasar por Costa Rica y el Castellón, con el que la temporada pasada acarició el ascenso a Segunda. Llegó a Cracovia de una forma curiosa. El presidente del Wisla es un empresario referente en el campo de la Inteligencia Artificial: “Hizo una lista de 3.000 entrenadores en función de ciertos criterios sin que yo supiera nada y me llamaron porque pasé a la criba final, al top10 o 15″. Su aterrizaje en Cracovia acabó de ratificar al equipo como el ‘Spanish Wisla’. Ya había nueve futbolistas españoles más el director deportivo, el catalán Kiko Ramírez. Cuatro de ellos han abandonado la disciplina del Wisla este verano.
Lo que es bueno para sentirse más cerca de casa cuando las cosas van mal. “Es una presión añadida porque eres de fuera y si estás ahí es para dar algo extra”, enfatiza.
El técnico habla de “una animalada de club”, de “un bicho” con “una trascendencia enorme”. “Y una exigencia y una responsabilidad muy heavys. Y más cuando el equipo está en segunda. Los rivales nos celebran los empates. Empatar contra el Wisla es fiesta mayor”. Aquella Copa fue un gran éxito porque además permitirá regresar a Europa, pero la prioridad máxima era el ascenso y no se pudo lograr.
Se impuso la pena, pero dice que en la Copa el equipo escribió “una historia muy bonita”. En aquella final, el pasado 2 de mayo, encajó el 1-0 en el 76′, pero forzó la prórroga en el 99′ y logró el 2-1 definitivo en el tiempo extra. “Fue una sensación de decir: ‘Sí señor, el fútbol me lo ha dado esta vez’. Todos somos gente que venimos del fango, currantes. Miraba a los jugadores y veía caras increíbles. Buah. Una felicidad increíble. Muchos me decían: ‘Míster, es que es la primera vez que gano algo y tengo 30 años'”, argumenta.
La primera vez
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Marc Carbó, centrocampista nacido en Salt, tiene 30 años y fue la primera vez que ganaba algo. Habla con la voz rota. Ríe: “He picado mucha, mucha piedra, tío. He tenido que picar mucha piedra para poder vivir del fútbol, para poder vivir un día como ese, pero, hostia, ha valido la pena”. En 2014, hace justo diez años, era un sénior de primer año que jugaba en Segunda Catalana, con el Cornellà del Terri. Los viernes cenaban ‘xuies’ (cansalada) con mayonesa y “la gente se ponía hasta el culo de cerveza”. Recuerda campos de tierra. Compañeros que llegaban tarde a entrenar o ya no llegaban porque ese día se había alargado el trabajo o un hijo se había puesto enfermo.
Dice que el camino parece más increíble mirando del 2024 al 2014 que mirando del 2014 al 2024, porque siempre peleó por llegar y confió en que “podía sonar la flauta”.
Vivió el primer ascenso a Primera del Girona (2017) “como uno más”, como un futbolista del filial en dinámica del primer equipo: con sitio en el vestuario y también en el autobús que celebró el ascenso por la ciudad. Y también en la camiseta conmemorativa del ascenso. La guarda en casa de sus padres, con un pedazo de césped de Montilivi: “Está de color amarillo ya, pero cuando lo veo sonrío. Es algo muy bonito de recordar. Fue algo muy bestia”. También conserva la camiseta de su único partido con el Girona: como sustituto de Portu y en Segunda. Con 30 años suma 30 encuentros en la categoría de plata español, acostumbrado a vivir en el tercer escalón. Llegó a Cracovia en verano desde Lugo.
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Acentúa que es feliz en Polonia, que jugar en Europa con el Wisla sería “la hostia” y que aún no ha asimilado el título de copa. La gente le da las gracias por la calle. “En el fútbol vives muchas más desgracias que alegrías. Por eso cuando se vive una alegría hay que disfrutarla y valorarla. Porque pasan poco. Hay que tener consciencia y saber vivir los momentos”, reivindica. Habla de “un momento mágico, de alegría, que recordaré siempre”. “No me salen ni las palabras. Fue algo tremendo y algo que podré contar a mis hijos mientras les enseño vídeos de cómo estaba el campo”. No tiene hijos. “Bueno, en un caso hipotético”, ríe.
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