2024-10-27 13:49:00
El Brics+, la convergencia de China, India, Brasil, Rusia y Sudáfrica, a la que se han sumado Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán, crea el 34% del PIB global, y posee el 49,6% de las reservas de gas y un porcentaje aproximado de las petroleras. Venezuela, uno de los principales productores mundiales de hidrocarburos, aliado de Moscú y Pekín, quiso entrar a ese bloque por la puerta grande de la reciente cumbre de Kazán, pero Brasil rechazó su membresía y ha comenzado una inédita guerra retórica entre el madurismo y Luiz Inacio Lula da Silva. Caracas quiere involucrar a la izquierda regional en la disputa, pero ese sector político ya tiene sus propias divisiones profundas por el conflicto venezolano y, en particular, por la controvertida reelección de Nicolás Maduro, el pasado 28 de julio. La decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de no mostrar las actas que certifiquen su victoria constituyó un punto de distanciamiento entre Lula y Maduro. Hasta el momento, Brasil no ha reconocido ese triunfo. Tampoco lo han hecho Colombia y México. Pero el enojo del Palacio de Miraflores con Lula es mayor debido a la reticencia brasileña a la incorporación de Venezuela al Brics+ a pesar del expreso respaldo de Vladimir Putin, quien se reunió en Kazán con el mismo Maduro.
El pasado jueves, el ministerio de Exteriores acusó a la diplomacia brasileña, Itamaraty, y en particular al embajador Eduardo Paes Saboia, de “mantener el veto” heredado del Gobierno de Jair Bolsonaro y, de esta manera llevar a cabo “una agresión a Venezuela y un gesto hostil” que “reproduce el odio, la exclusión e intolerancia promovidos desde los centros de poder occidentales para impedir, por ahora, el ingreso de la patria de Bolívar a esta organización”. De esta manera, Brasil se ha sumado a “la política criminal de sanciones que han sido impuestas contra un pueblo valiente y revolucionario”. El texto, de carácter incendiario, evitó cualquier alusión a Lula.
Este último sábado, el madurismo ha resuelto escalar la controversia e involucrarlo directamente. El fiscal general Tarek William Saab no solo calificó de “indigna y nefasta” la postura del Palacio de Itamaraty en Kazán. Aseguró a su vez, invocando fuentes directas, que Lula “manipuló un presunto accidente” para, de esta manera, abstenerse de dar la cara en la cumbre de los Brics+. “Fue un engaño para perpetrar el veto contra Venezuela”. Lula, añadió Saab, evadió su responsabilidad ante Putin con un acto de “total cinismo”. Según el fiscal y brazo judicial del Palacio de Miraflores, Brasil ha causado “un gran malestar” en la izquierda latinoamericana “y los movimientos revolucionarios del mundo”.
El diario paulista ‘Folha’ recordó que Lula había tenido el sábado 19 de octubre un accidente doméstico cuando se cayó mientras se cortaba las uñas de los pies, golpeó su cabeza contra el suelo y sufrió una pequeña hemorragia además de necesitar que se cierre con puntos la herida. Los médicos del hospital Sirio Libanés de San Pablo le recomendaron “evitar los viajes aéreos de larga distancia”, explicó en su momento el centro sanitario.
Acusaciones desopilantes
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Dos semanas atrás, el propio Saab había incluido a Lula en otra conspiración y es nada menos que parte de la CIA norteamericana. “Para mí, fue cooptado en la cárcel. Esa es mi teoría”, dijo a Globovisión y el canciller el 14 de octubre. Fue tan inapropiada la declaración que el canciller Yván Eduardo Gil tuvo que refutarlas en público. “Las recientes declaraciones de la Fiscal General sobre el presidente Luiz Inácio Lula da Silva no reflejan en ningún momento la posición del gobierno federal, responsable de la política exterior venezolana”.
Las relaciones entre Brasilia y Caracas ni guardan ninguna relación con las que mantenía Lula con Hugo Chávez. Cuando el líder del Partido de los Trabajadores (PT) volvió a la presidencia hizo gestos de inclusión de Venezuela en la gran familia del progresismo regional. Sin embargo, esos acercamientos comenzaron a debilitarse a medida que se acercaba la fecha de los comicios en el vecino país. La inhabilitación de la candidata opositora, María Corina Machado, y el rechazo a la artimaña judicial, provocaron el malestar de Lula, el colombiano Gustavo Petro y el exmandatario uruguayo José Mujica. “Métanse sus opiniones por donde les quepan”, reaccionó en su momento el jefe de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento), Jorge Rodríguez. Luego vino la calificación de “izquierda blanda”.
Pérdida de confianza
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Los sucesos derivados del proceso electoral del 28 de julio parecen instalarse en un punto de no retorno. Lula envió como observador de la contienda y delegado personal a su excanciller, Celso Amorim, quien llegó incluso a encontrarse con Maduro para transmitirle la preocupación por la negativa del CNE a presentar las actas que validaban su triunfo en las urnas. Las mediaciones de Colombia y Brasil para encauzar un conflicto interno que encontraba a la oposición reivindicando la victoria de Edmundo González Urrutia, nunca llegaron a buen puerto. Lula llegó a calificar a Venezuela de un “régimen desagradable”. El propio Amorim explicó al diario carioca ´O Globo` las razones por las cuales Brasil contradijo la voluntad de Putin y se negó a avalar la entrada del vecino país al Brics+. “La cuestión con Venezuela no tiene que ver con democracia, sino con una ruptura de confianza. Nos dijeron una cosa y no fue hecha”, señaló en clara alusión a lo ocurrido durante los comicios.
Además de Saab, el canal oficial venezolano Telesur se sumó a las invectivas contra Lula de manera sorprendente. “Uno de los principales productores de energía del mundo no fue capaz de lograr el apoyo consensuado necesario para asociarse con la principal plataforma de multipolaridad financiera del mundo”. La imposibilidad de Venezuela de convertirse en “socio oficial” es un “golpe” para el Gobierno. “Pero el PT de Lula dañó su propia reputación de una manera mucho peor”.
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El nuevo incidente aleja más la posibilidad de que Brasil reconozca a Maduro como presidente, y que esa fricción arrastre también a Petro y a la flamante mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum.
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