2024-03-23 19:12:30
La programadora decana de la música clásica de la capital catalana, Ibercamera, anunciaba como una de las joyas de su actual temporada el regreso al escenario del Palau del legendario Maurizio Pollini para el próximo 24 de abril, pero en febrero se vio obligada a cancelar el recital porque el maestro había sufrido una “severa infección respiratoria”. Su Bach inconmensurable, su Schumann adorado y su insuperable Chopin ya no podrán volver a escucharse, porque el maestro falleció en Milán esta mañana, a los 82 años. La noticia la daba a conocer el Teatro alla Scala de Milán, que acogerá la capilla ardiente del que fuera uno de los pianistas más destacado de las últimas décadas, una referencia absoluta en su amplio repertorio; en los últimos años sus problemas de salud – sobre todo cardiovasculares– le habían obligado a retirarse poco a poco de los escenarios.
Maestro de maestros, se formó en el Conservatorio de su Milán natal tanto en piano como en composición, saltando a la fama al vencer el Concurso Chopin de Varsovia en 1960, siendo alabado por el también legendario Arthur Rubinstein. Pollini continuó estudiando y ampliando repertorio, perfeccionándose con otro gigante del teclado como fue el mítico Arturo Benedetti Michelangeli, por eso su herencia era tan preciada, ya que llevaba en los genes una tradición que entroncaba con los propios compositores a los que tanto respetaba. Sí, porque en sus interpretaciones el respeto a la partitura era fundamental, sin caer en exageraciones ni líricas ni virtuosísticas.
Su carrera le llevó a debutar en los escenarios más importantes del mundo, tanto en recitales en solitario como junto a orquestas y batutas de primera, que se lo disputaban para subirlo a su cartel: Von Karajan, Mehta, Sonopoli, Schippers, Celibidache, Abbado, Böhm… Llevó su arte a medio mundo, desde América a Asia, y también realizó una gran carrera discográfica, primero con EMI y, desde 1972, grabó gran parte de su repertorio para Deutsche Grammophon, que ha reeditado su obra en repetidas ocasiones. Junto a Chopin y Beethoven, autores en los que nadie le hacía sombra, también hizo suyas obras de Mozart, Liszt, Brahms, Bartók y Debussy, pero sobre todo le brindó nueva vida a la música para piano del siglo XX, sentando cátedra con Schoenberg, Stravinsky, Webern, Boulez, Stockhausen o Nono.
Pasión por la dirección
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Siempre inquieto, cultivó también la música de cámara y subió al podio, ya que la dirección de orquesta era otra de sus pasiones. Culto, amante del arte, de la gastronomía y de la cultura en sus más variadas expresiones –incluso intentó estudiar física–, su fama de intelectual y de admirador de los pequeños detalles de la vida cotidiana le acompañó durante toda su vida.
En Barcelona sus continuas actuaciones para Ibercamera quedarán para la historia, tanto como para su público fiel; en sus conciertos se creaba un clima increíble –a veces, es verdad, torpedeado por toses que el maestro sabía bien como acallar– y se mostraba siempre generoso con las propinas, apartado que se transformaban en una tercera parte de sus actuaciones, ya que llegaba rápidamente a regalar media docena de piezas dificilísimas. La prensa, tras sus visitas, recurría a frases cargadas de emoción: “Recuerdo imborrable”; “Generosidad, poesía y lirismo”; “Un titán del piano”.
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Casado con la también pianista Marilisa Marzotto, alumna, como él, de Benedetti Michelangeli, era padre del pianista y compositor contemporáneo Daniele Pollini.
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