2024-03-03 12:24:43
Para explicar su trayectoria, Robert Daly (61 años) recurre a un proverbio chino: “Si tienes un buen truco, siempre podrás comer”. Y el suyo ha sido la lengua china, que aprendió durante sus años como diplomático de Estados Unidos. Con ese truco hizo de intérprete para Jimmy Carter, Jiang Zemin o Henry Kissinger, produjo la adaptación china de Barrio Sésamo y enseñó en numerosas universidades. Ahora dirige el Instituto Kissinger sobre China y EEUU en el Wilson Center de Washington. Atiende a El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica, en una entrevista en Barcelona, donde estuvo invitado por el Centre d’Estudis Nord-Americans para hablar de las dos potencias que pugnan por liderar el mundo.
¿Cuáles son los intereses estratégicos de China en Oriente Próximo?
El interés de China en la región es relativamente reciente. Es uno de los principales clientes de su petróleo, pero, fuera de eso, ha sido muy pasivo. Lo que no le ha impedido conseguir algo único: fraguar muy buenas relaciones con Irán y Arabia Saudí, con Egipto e Israel y, todo ello, con su apoyo histórico a los palestinos en el trasfondo. Lo ha conseguido porque todas sus relaciones son transaccionales. Le compra armas y tecnología a Israel y no se mete en la disputa entre suníes y chiíes.
El año pasado medió en el restablecimiento de relaciones entre Irán y Arabia Saudí.
Fue un gran golpe de efecto. Ante el mundo apareció como un brillante diplomático, pero la verdad es que no tuvo que hacer nada. El acuerdo interesaba a ambas partes. Desde entonces, se está involucrando más con sus socios en la región, pero sin entrar en política. Su mayor presencia le sirve a la región para extraer contrapartidas de EEUU y poco a poco Oriente Próximo se está convirtiendo en otro espacio de competencia entre EEUU y China.
¿Le está ganando el terreno a EEUU?
La región no está basculando todavía hacia China porque no hay señales de que Pekín esté dispuesto a cargar con el peso que implica el liderazgo. No quiere correr riesgos ni asumir costes. Dicho de otra forma, no está tratando de determinar el devenir regional. Si te fijas en sus planes de paz en Ucrania u Oriente Próximo, verás que básicamente no tienen un plan.
En Gaza apenas se ha involucrado para buscar un alto el fuego.
Es cierto. China siempre ha estado más cerca de los palestinos. Eso no ha cambiado. Si se fija en la cobertura que hacen los medios chinos del conflicto actual no comienza el 7 de octubre, sino con imágenes de los portaviones estadounidenses rumbo al Mediterráneo oriental. El mensaje es que la culpa es de EEUU.
La guerra de Ucrania ha servido para el reacercamiento entre China y Rusia y, en paralelo, entre Moscú y Teherán. Los expertos en geopolítica advierten que esa triple alianza es una pesadilla para la hegemonía de EEUU en Eurasia. ¿Cuánto preocupa en Washington el reacercamiento?
La preocupación está aumentando, especialmente entre la derecha estadounidense, pero no solo. Algunos han empezado a utilizar la expresión del Eje del Mal. Es preocupante esa insistencia en caricaturizar a nuestros adversarios y describir las fricciones con EEUU como una batalla entre el bien y el mal, en lugar de tratar de entender cuáles son los intereses comunes que les acercan. Irán suministra muchas armas a Rusia y le vende petróleo a China. A todos les preocupa la cibersoberanía y las revoluciones de colores. Luego están los países de segunda fila como Corea del Norte, Venezuela y un número creciente de países del Sur Global dispuestos a apoyarlos. Hay un tercer círculo de regiones que no participan en la pugna, pero que dependen de China y Rusia, como Asia Central, y están atrapadas por su geografía. Laos y Camboya son esencialmente estados clientelares de China. De modo que estamos viendo la formación gradual de bloques.
Mi impresión es que China está más dispuesta a cohabitar con EEUU que al revés.
Es una descripción justa. EEUU quiere cambiar China, pero China no quiere cambiar EEUU. Solo quiere que la deje en paz y se aparte de su camino. Y mientras Pekín recela de Washington por lo que hace, Washington recela de Pekín por lo que es. Cree que, como China quiere ser la primera potencia, aspira a modelar el sistema global para adaptarlo a la visión del Partido Comunista Chino. A mi entender, es una posición justificada.
Donald Trump mantuvo una política muy agresiva hacia China. Puso en marcha la guerra comercial y tecnológica. ¿Ha cambiado de algún modo con Joe Biden?
La principal coincidencia es que ambos ven a China como nuestro principal desafío geoestratégico. La diferencia es que Trump ofendió y amenazó a la mayoría de nuestros aliados, mientras que para Biden las alianzas son fundamentales y ha tratado de reconstruirlas. Es uno de los motivos por los que China prefiere que Trump vuelva a ser presidente porque Biden ha sido bastante efectivo a la hora de reforzar las alianza en Europa y Asia. Ese es el gran cambio.
¿Por qué está EEUU tan obsesionado con Taiwán, que no deja de ser una isla a 160 kilómetros de la China continental?
Hay razones históricas obvias como nuestro apoyo a Chiang Kai-shek durante la guerra civil china. Hemos luchado y muerto a su lado desde 1941. Truman perdió interés en Taiwán. Cuando definió la esfera de influencia de EEUU tras la Segunda Guerra Mundial no incluyó Taiwán. Eso cambió con la guerra de Corea. Empezó a imponerse la teoría del dominó y Taiwán se hizo importante como base de suministro para nuestras operaciones en Corea. Paralelamente, Taiwán pasó de ser una dictadura militar a una democracia vibrante, por lo que hay una afinidad ideológica. Y luego está la influyente comunidad taiwanesa en EEUU, que incluye a capitanes de la industria o presidentes de universidades. Finalmente Taiwán es importante para la red de seguridad estadounidense en Asia, que incluye a Corea del Sur y Japón.
¿No se percibe la isla también como un activo militar?
Los estadounidenses empiezan a hablar en estos términos. Siempre habíamos dicho que América no se posiciona en la relación de Taiwán con China, siempre que se pacte en términos pacíficos y con el apoyo de los taiwaneses. Lo que significa que estaríamos dispuestos a apoyar la integración voluntaria de Taiwán en China. Pero a comienzos de la presidencia Biden, uno de sus altos cargos en Defensa afirmó que Taiwán es un importante activo estratégico para EEUU. Desde entonces otros han dicho que si China incorpora a Taiwán podría usarla como punta de lanza en el Pacífico y dañar los intereses estratégicos de EEUU. Esa noción es un cambio fundamental, potencialmente desestabilizador.
Algunos congresistas han dicho que EEUU defenderá Taiwán al precio que sea. ¿Cree que los estadounidenses estarían dispuestos a sacrificar a sus hijos por esa pequeña isla?
No creo que nadie sea capaz de responder a esa pregunta. Así piensan muchos políticos en Washington, pero los estadounidenses no lo comparten en las encuestas. Nuestro Gobierno todavía no ha planteado un interés nacional respecto a Taiwán que sea tan vital como para justificar una guerra. ¿Estaría dispuesto EEUU a llegar hasta el final? Todo podría depender de cómo empiece. Si comienza con un bloqueo sin derramamiento de sangre, dudo que EEUU vaya a ir a la guerra para romper el bloqueo.
Algunos politólogos aluden a la Trampa de Tucídides para sostener que la guerra entre EEUU y China es inevitable a medida que Pekín reemplaza a Washington como potencia hegemónica. ¿Está de acuerdo?
Ni siquiera es inevitable en el libro de Graham Allison, donde expuso su tesis de la Trampa de Tucídides. En ninguna de las guerras que pone como ejemplo había potencias nucleares. He hablado con él y me reconoció que esa es la gran debilidad de su teoría. Lo cierto es que ni EEUU ni China quieren una guerra. Pero tampoco están dispuestos a hacer concesiones para prevenirla. Ahí es donde estamos. La mejor manera de definir la situación actual es hablar de una nueva guerra fría. El gran desafío es conseguir que se mantenga fría.
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